Todo o nada

Para él yo siempre fui su amiga. Unica, excepcional, por encima del promedio, inteligente, preciosa, atractiva, elegante, escuché todos esos adjetivos uno a uno y en conjunto, pero siempre precedidos del sustantivo “amiga” (¡cómo si no fuera un oxímoron en más de un caso!).

Acompañé su risa, me divertí con sus historias, sonreí cada vez que me dijo princesa. Pero también acompañé sus días sombríos, alivié sus frustraciones, lo escuché y lo contuve a toda hora.

No soy una ingrata. El también estuvo cuando lo necesité, las veces que lo reconocí a los gritos, y las veces que me encerré sin decir nada. Me sostuvo, me escuchó, me aconsejó, me secó las lágrimas y me ayudó a levantarme.

Está bien, los amigos hacen eso. Pero siempre me quedaba esa sensación de vacío. Yo quería más de lo que él me daba, y ahí empezaban mis reclamos, las discusiones, el desgaste. Porque yo quería lo que él no podía darme. Él era mi amigo, y yo estaba enamorada.

El problema es que yo no puedo ni quiero ser su amiga. Tarde, muy tarde, me di cuenta que tenía que aprender a apostar todo o nada. No podía seguir haciendo todo mal.

Yo no quiero las cosas a medias, las ilusiones sin sentido, yo no quiero ser la actriz de reparto de esta película, yo quiero todo o nada.

Entonces, me quedé sin nada.

Seis palabras

El corazón se rompe, uno junta los pedazos que quedaron sueltos por ahí y de a poco lo reconstruye. Y ahí empiezan las contradicciones...

Una piensa que ya lo vivió todo, que para la próxima no va a ser así, que ya tiene experiencia y se protege... construimos esas armaduras absurdas, y luego las derribamos felices porque encontramos uno que es para nosotras.

¿Pero qué pasa cuando en vez de romperte el corazón te lo devuelven? Con un moño rojo y todo.

No pensé que doliera tanto. No pensé que fuera más doloroso que "ya no te amo". Y no pensé que fueras capaz de decirmelo dos veces, pero lo hiciste hoy de nuevo. Con las mismas seis palabras de antes.

Esas seis palabras fueron las que más me dolieron: Vos no estás enamorada de mí

Contradicciones

“Nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido" - Aristóteles

Hoy discrepo con la lógica clásica, hoy estoy contradictoria. Estos sentimientos ambivalentes que me acompañan hacen que quiera estar lejos y cerca al mismo tiempo.

Como dice Sabina "Yo no quiero contigo, ni sin ti"

La teoría del imposible

No sé si es culpa de Adidas con su “impossible is nothing”, pero me das un imposible y no paro hasta hacerlo realidad. Más si estamos hablando de hombres, o de alguno en particular que me despertó ese incansable afán de conquista.

No hay como un “no” par que yo vaya de nuevo y me estrelle de cabeza contra la pared una y otra vez, convencida que la próxima voy a tener éxito.

Y como a los hombres les gusta este juego (será que todos necesitamos que nos acaricien el ego de vez en cuando), siempre encontré dignos contrincantes. Contrincantes que dieron guerra hasta que alguno de los dos bandos sacó bandera blanca.

Gané. Perdí. Empaté. Salí fortalecida y salí directo para cuidados intensivos. Pero las batallas las libré todas, sin excepción.

¿Caprichosa yo? Sí, puede ser. Después de todo como Oscar Wild ya dijo: “The only difference between a caprice and a lifelong passion is that the caprice lasts a little longer”

Y que razón tenía…

El Perfume

“The soul of being is its scent” afirma el perfumista Baldini en “El Perfume”.

Los aromas nos identifican, nos conmueven, nos pasean por los recuerdos y hacen que nuestra alma redescubra situaciones. Hay aromas imborrables, que perduran en nuestro ser y nos recuerdan a otros seres y a otras circunstancias:

El perfume del jazmín del país en el jardín de mi bisabuela.

El aroma de la levadura lista para hacer pan después de una reconfortante siesta en La Paloma.

El perfume de la rosa que me regaló mi primer amor, cuando teníamos 16 años.

El olor a mar que viaja con el viento y me recuerda tantos veranos pasados, y tantos que vendrán.

El aroma de un rico té compartido con amigas.

El aroma del primer café que tomé con él, aquel lunes de abril cuando decidí contarle cuánto lo quería.

La curva del olvido

¿Qué es el olvido? No recordar más, perder de vista, alejarse, ignorar, dejar de lado… Hay personas, momentos, lugares, sensaciones que no se olvidan nunca, pero hay otras que se olvidan con la velocidad de un suspiro.

¿Existe un proceso para olvidar? Algo así como un proceso biológico, donde empecemos olvidando de a poco, aprendiendo a olvidar tal vez, hasta quedarnos desprovistos de todo recuerdo. En términos matemáticos cabría preguntarnos si existe una curva del olvido donde el tiempo y el recuerdo fueran las variables fundamentales.

¿Y el olvido se logra de a uno o de a dos? Hay olvido cuando quienes fueron una pareja se encuentran casualmente y uno se acerca a saludar y el otro sigue caminando rápido haciéndose el que no ve. ¿Quién olvido a quién? ¿O se olvidaron mutuamente?

Días

Hay días que quiero que transcurran despacio, y disfrutarlos de a poco.
Otros días que que terminen rápido, y olvidarme que alguna vez existieron.
Otros que quiero revivir una y otra vez.
Y otros, simplemente me siento y espero el atardecer.


Congéneres

Soy mujer, y como tal conozco a mis congéneres. Y cuando digo conozco, no estoy hablando de saber qué son los Jimmy Choos o si el rojo está de moda o cuál es el último artículo central de la Cosmopolitan.

Sé que somos buenas amigas, intuitivas por naturaleza y desciframos mejor que nadie las miradas, las caricias, los silencios, las ausencias. Sabemos aconsejar, curar, ayudar a seguir adelante. Entendemos el olvido y el recuerdo.

Pero también hay mujeres que son arpías, manipuladoras, despiadadas. Hay un tipo de mujer al que no soporto. Es más fuerte que yo, lo reconozco públicamente. Es la que se hace la buenita, la tonta, la bondadosa, la inocente, la cariñosa que no busca nada a cambio, la “nueva gran amiga”. Algunos les dicen mosquitas muertas, como sea, yo las aborrezco.

Aborrezco los juegos, las manipulaciones, las idas y vueltas, las apariciones “como quien no quiere la cosa”. Confieso que al comienzo intento combatirlas, hasta que me sacan tanto de mis casillas, que finalmente prefiero hacerme a un lado y que sigan con su incansable trabajo de lobo en piel de cordero.

Elige tu propia aventura

Cuando era niña estaban de moda los libros de “Elige tu propia aventura”. El sistema era simple: te contaban una historia con aires fantásticos, detectivescos y hasta romanticones. Pero de pronto te ponían un parate. Te obligaban a elegir entre tres finales diferentes. Tres posibilidades, tres modos diferentes de interpretar la historia, tres desenlaces.

Así de una, vos elegías tu propia aventura. Pero claro, una vez que leías un final posible, podías volver para atrás y leer el otro, ver cuál te gustaba más, comparar, evaluar, como si sacaras una goma de borrar y cambiaras las cosas hasta encontrar el final más convincente.

A veces me pregunto cómo serían las cosas si pudiéramos tener esa goma de borrar y volver para atrás y ahí elegir en pro de un nuevo desenlace. Pero no lo digo con ánimo de alimentar arrepentidos o inconformistas para revivir una y otra vez aquellas situaciones que a la larga no fueron como nos hubiera gustado. Lo digo con ánimo curioso, con la intención de saltearme varias páginas y deleitarme con ese nuevo final.

Me imagino, por ejemplo, aquella lluviosa noche en La Paloma. Y si las cosas hubieran sido diferentes, radicalmente diferentes, ¿dónde estaríamos ahora?

Como Dios manda

Hace días que vengo preguntándome por qué mentimos. Creo que la interrogante se me planteó cuando escuché que por cada diez minutos de conversación mentimos en promedio tres veces. ¿No será mucho?

Entonces, si mentimos tanto, ya deberíamos estar acostumbrados y hacerlo bien. He aquí las peores (o mejores tal vez) mentiras que las mujeres escuchamos y las respuestas que siempre quisimos dar:

Mentira 1: “Estás más flaca”
Respuesta arrabiada: ¿Cómo voy a estar más flaca si no me entraron los pantalones que me compré la semana pasada?

Mentira 2: “No hace falta que te pongas maquillaje, me gustás así como estás, natural”
Respuesta realista: Nunca me viste sin maquillaje

Mentira 3: “Te llamo”
Respuesta práctica: Deja, fue un gusto conocerte, buena vida

Mentira 4: “Esa blusita te queda perfeeeeeeeeecta, y te dije que estaba en oferta, ¿verdad?”
Respuesta sincera: Ni está en oferta ni me queda bien, lo sé. Pero mi novio me dejó ayer, estoy deprimida y me la voy a comprar igual

Mentira 5: “Justo te estaba por llamar”
Respuesta poco amigable: Claro, sos mentalista y cuando visualizaste que yo discaba para llamarte, decidiste esperar escuchar el ring ring

Mentira 6: “¿Cómo? Si es la segunda vez que la veo. ¡No la conozco!”
Respuesta histérica: Para no conocerse sabía bastante de vos, si te preguntó por el neumático que se te pinchó la semana pasada

Mentira 7: “Es una amiga”
Respuesta vengativa: Te acordás de Juan? Sí, sí, ese, el que juega al rugby. Bueno, es un amigo…


Ahora, yo me pregunto, si mentimos tanto, ¿por qué hay gente que todavía no miente como Dios manda?

Una de percepciones

Estoy saliendo con el "Nuevo" (como le dicen mis amigas) desde hace poco más de un mes. Las cosas van light, y me gusta que sea así.

El Nuevo es un tipo atractivo, inteligente, profesional al extremo, tierno, divertido, me respeta, me contiene pero... pero... pero... es muy perceptivo. Qué problemón! (Nota al margen: Ahhhh las mujeres somos increibles... cuando no son perceptivos nos quejamos, pero como este... no conocí ninguno, hasta parece que tiene la bola de cristal!)

Hace tres días que tenemos el mismo diálogo:

El: Vos no me querés contar, está bien, pero no me niegues que hay algo que te cambió el estado de ánimo.

Yo: Es lo que te conté el otro día

El: No creo que sea solo eso. Pero si no querés contarlo, yo te respeto

Yo (con sonrisa fingida): Está todo bien, de verdad


El Nuevo no pregunta más, pero estoy segura que ya sospecha el erróneo origen de todo esto.


Una de zapatos

Ante la torpeza/distracción/descuido propios, una puede tener diferentes reacciones. Ejemplifico:

Se rompe el taco de un zapato y acto seguido...

1. Reacción aquí no ha pasado nada:
Camino como si no pasara nada, haciendo equilibro, sin perder la elegancia... pero corriendo el riesgo de desparramarme y caer de cara sobre el primer escalón que me toque sortear...

2. Reacción fatalista:
Qué hago? Qué hago? Qué hagooooooooooooooooo? Y ahí mismo me ahogo en un mar de lágrimas

3. Reacción optimista:
Tropezón no es caída, a la vuelta hay una zapatería (gracias a Dios!)

4. Reacción pesimista/depresiva:
Solo esto me faltaba, siempre me sale todo mal

5. Reacción práctica:
Rompo el otro taco y sigo caminando con unos zapatos chatos... nuevos (a la fuerza)

6. Reacción psicologo-dependiente:
Hola Doctor? Estoy frente a una situación límite, por favor, tiene que atenderme ahora porque tengo que decidirme. Me tomo un taxi y en 10 minutos estoy ahí. Sí, sí, es urgente... urgentísimo

7. Reacción distraida:
Taco? Qué taco? Con razón en la última vereda me resbalé tres veces

8. Reacción chistosa:
Jaaaaaaaaaaaaaaaaa! Y no dejo de reirme hasta que algún vagabundo viene a pedirme una moneda

9. Reacción bloggermaniática:
Esto lo tengo que contar en mi blog!

10. Reacción paranóica:
Hay alguien complotando contra mí, seguro que es él/ella. No sé como lo hace, pero siempre logra arruinarme todo!


Bueno, el taco es solo un ejemplo (bastante femenino) de esos "accidentes" que tenemos por descuido, torpeza, sopresa, ignorancia, en fin...

Así que, desde este lugar, le rindo tributo a todos los tacos que se me rompieron... y todos los que sin ser "tacos" participaron de algún "accidente" por torpeza/descuido/distracción.




No hay caso, la historia es circular

Hace dos años exactamente conocí a alguien que me cortó la respiración, y sin siquiera sospechar cómo lo hizo, me cambió la vida.

El hombre en cuestión era Patricio, un tipo enigmático, con un estilo cuidadosamente desprolijo, y con una sonrisa y esa mirada que te llegan al alma.

Todo empezó son un "ahhhh, vos sos fulanita, mucho gusto". Y después de ese día, muchas conversaciones, bromas, intercambio de mails, y bla bla bla

Resultó que P tenía novia, pero no estaban bien las cosas. Y yo que me caracterizo por la insistencia, arranqué con lo que mejor me sale. Nunca me dijo que "no" directamente, me decía que yo era una mujer diferente a todas las que él conocía (meses después, tarde, me di cuenta que era cierto).

Pero así, con un poco de insistencia de mi parte, y con muchas ganas de dejarse insistir de parte de él, vino el primer beso. Es cierto que el primer beso es decisivo, único, incomparable, arrollador.

Hubo muchos besos después de este, y P me hizo muy feliz, tengo que reconocerlo.

Una tarde de sábado cualquiera, después de de dormir la siesta, P me cuenta de su relación anterior. Me dice que las cosas se habían terminado meses antes, que él ya estaba en otro mundo, y que cuando lo conocí se habían dado un tiempo. Mi respuesta simplona e inocente fue "bueno, esas cosas pasan".

Ja! Claro que pasan... un año después me pasó a mí. Nos distanciamos emocionalmente, él sintió que su vida giraba entorno mío y el debía tener vida fuera de nuestra relación, y yo, yo sentí que mi alma hacía tiempo que estaba en otro lado.

Y P me pidió un tiempo. Se lo dí, 24hs, hasta que me dí cuenta que mi dignidad era más importante que su confusión.

Para ese entonces, P ya tenía otra Lady que le estaba insistiendo.

Tarde me dí cuenta, que la historia, siempre se repite.

El error

El: ¿Cómo que no me crees que lo escribí era para vos?

Ella: No te creo, pero es problema mío

El: ¿Porque lo digo siempre? Es una de mis frases preferidas

Ella: Yo creo que vos se le dijiste a otra, yo me adelanté pensando que era para mí y quedé como una pelotuda

El: ¿Y no habrá quedado ella como una pelotuda? Digo, no

Ella: Ella no me importa

El: Estás celosa

Ella: ¿Quién habló de celos? No me gusta que usen la misma frase para todo momento y para toda persona, vos sabés como soy

El: El problema no es la frase, es que ella habló. Y yo no soy responsable de los actos de los demás

Ella: Ese no es mi problema

El: Ese es el problema, y que vos pensás que yo me río de lo que te pasa

Ella: ....

El: Vos quisiste creer que no era para vos, por celos



Y ella, se dió cuenta del error. Entendió que era para ella, y que una malparida vino a arruinarle las cosas. Pero el problema no es la malparida, la malparida habló de malparida que es (en el fondo da lástima que haga esas cosas).

El problema es que él no entiende que ella lo necesita y dentro de ese concepto está el evitar alimentar a las malparidas. Las malparidas van a seguir existiendo, de hecho, como dice un amigo, las mujeres somos las peores enemigas de las mujeres

Después de todo, él no puede protegerla. O tal vez, puede, pero no de la forma que ella lo necesita. Y ahí, es que surge el error

De las relaciones humanas

Si uno pudiera buscar en el diccionario el por qué de algunas reacciones humanas, sería mucho más sencillo entendernos, más aburrido también, lo reconozco... pero infinitamente más sencillo entender qué es lo que pretende el otro... y por qué no, quién es el otro.

No digo el "otro" con una connotación de género, el otro es el otro neutro. Hombre o mujer, el otro (más si es del sexo opuesto) suele ser un misterio. Misterio que aumenta el encanto, sin lugar a dudas, pero como misterio que es suele ser atractivo, irracional, intrigante.

En mi condición de femina, entiendo que presento un misterio indescifrable para los hombres. Pero no es un misterio que me sea exclusivo, pero claro, ahora hablaré de mi caso. No voy a ponerme a listar mis novios, amantes, salientes, candidatos, galanes, póngale Usted el nombre que quiera. Hoy a hablar de uno en particular, uno que me enseñó que somos diferentes, y solita aprendí que en base a nuestras diferencias es que podemos construir nuestra relación.

Hace algunos años que ya conozco a Mariano, y aunque pase el tiempo, me quedó marcado el momento en que mis ojos se fijaron en él. Impecablemente vestido, hablando con esa galantería que sólo él tiene, arrogante, elegante, único. Me atrevo a decir que en ese momento sentí lo que los franceses llaman un "coup de foudre".

Con los años confirmé que mis sospechas eran ciertas, estaba enamorada. Enamorada de alguien que no me correspondía, más allá de que la atracción física era inevitable. Tal vez es infantil, ridículo, tonto, como sea, pero Mariano se convirtió mi hombre sin que fuera mío. Así lo elegí, y por más hombres que hayan pasado en el trayecto entre ese día y hoy, Mariano fue es y será Mariano. Como dicen mis amigas "Mariano es Mariano y punto".

Pero a qué viene Mariano y el problema de las relaciones humanas. Nuestra relación ha sido signada por los malos entendidos, por el desencuentro, por las interpretaciones erróneas, por el decir y el no hacer, por el sentir y el no actuar.

Y así pasaron años, con diferentes matices en la relación, desde el cachondeo hasta el aislamiento, pasando por relaciones académicas y terminando por una profunda amistad. Amistad signada por los malos entendidos, pero también por el profundo conocimiento de que yo estoy ahí cuando él me necesita y él va a estar conmigo cuando sea necesario.

Pero las relaciones humanas son complejas, y llegó un día que Mariano debía estar. Y estuvo, y fue capaz de sostenerme con tanta fuerza que logró que no cayera. Pero nuestra relación estaba signada por el desencuentro. Y así fue como Mariano en su afán de hacerme sonrerir, logró el efecto contrario.

No lo culpo, nadie es responsable de los actos de los demás, pero si conocemos a los demás y vivimos en sociedad, podemos actuar (o limitar nuestro actuar) en función de ellos.

De existir un diccionario que nos permita entender las acciones humanas y sus reacciones, tal vez hoy no estaría agobiada por el desengaño.

A modo de presentación

Estos últimos días fueron días de grandes decisiones, emociones, interjecciones y muchas otras palabras terminadas en ciones. Tal vez por eso decidí retomar este antiguo vicio, el de escribir.

Hace meses que no publicaba algo propio, que no volvía a gozar del placer del anonimato que nos da la blogósfera... En otras oportunidades, use y abusé de este espacio, hoy simplemente quiero comenzar de cero.

Pero mejor me dejo de chachara, y paso a presentarme (es lo de rigor cuando comenzamos a hablar con personas desconocidas):

1) Mi nombre, no importa, digamos que prefiero mantener el anonimato bajo el seudónimo de Lady (está en Usted decirme si finalmente lo soy, o no).

2) Sexo femenino, y con todas las complejidades que esto traer (bancarme el desamor, el amor incomprendido, pero también ser la princesa de un cuento de hadas -y créanme, una vez me lo creí y todo-)

3) Edad: los años suficientes para tener unas incipientes y sexies arruguitas, pero no los suficientes para dejar de ser una niña

Creo que para empezar ya es suficiente, el motivo por el que estoy aquí una vez más se clarificará a lo largo del tiempo.

Y ya que llegamos hasta aquí, me animo a decir que alea jacta est.