La teoría del imposible

No sé si es culpa de Adidas con su “impossible is nothing”, pero me das un imposible y no paro hasta hacerlo realidad. Más si estamos hablando de hombres, o de alguno en particular que me despertó ese incansable afán de conquista.

No hay como un “no” par que yo vaya de nuevo y me estrelle de cabeza contra la pared una y otra vez, convencida que la próxima voy a tener éxito.

Y como a los hombres les gusta este juego (será que todos necesitamos que nos acaricien el ego de vez en cuando), siempre encontré dignos contrincantes. Contrincantes que dieron guerra hasta que alguno de los dos bandos sacó bandera blanca.

Gané. Perdí. Empaté. Salí fortalecida y salí directo para cuidados intensivos. Pero las batallas las libré todas, sin excepción.

¿Caprichosa yo? Sí, puede ser. Después de todo como Oscar Wild ya dijo: “The only difference between a caprice and a lifelong passion is that the caprice lasts a little longer”

Y que razón tenía…

8 comentarios:

Caballero rojo dijo...

mmmmm...

Lady dijo...

Caballero me explica el "mmmmm..." que no lo entendí? ;)

Caballero rojo dijo...

mmmm... Hay posibles e imposibles... Una gran virtud es diferenciarlos lo mas rapido posible...

Lady dijo...

Claro, así me tiro de cabeza hacia el imposible? ;)

La solitaria dijo...

Y, el imposible siempre atrae, no??? Me parece que tiene su "lado amable" (aunque después terminemos hechas bolsa!)

Lady dijo...

Solitaria: la propia imposibilidad del imposible lo hace irresistible...

Lo peor es que muchas veces sabemos que vamos a terminar destrozadas! Y aun así seguimos...

Y bueno, serán las contradicciones humanas, o femeninas tal vez?

Gracias por pasar por acá!

V dijo...

Te podés considerar una guerrera Lady.
Y te admiro por eso, yo generalmente espero.
Y esta noche estoy muy de acuerdo con vos que los caprichos son infinitos sometimes.

Lady dijo...

Sherezade: Gracias! :)

Los caprichos como infinitos que son, terminan siendo peligrosos... A veces, admiro a los racionales que ven las cosas con tanta objetividad. Quién pudiera!

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