La calesita

Hay relaciones, ya sean amorosas, familiares, laborales, amistosas y otras variantes, que se comportan como una calesita.

Los mismos hechos se dan una y otra vez, en forma reiterada y continua. Situaciones que nos confortan (y nos hacen disfrutar de ese paseo en calesita), pero también situaciones que dad su reiteración nos fastidian.

Las discusiones de pareja, las quejas sobre los mismos e inagotables temas, que uno tire y el otro que lo deja tirar… terminamos en la misma calesita, girando una y otra vez en torno a lo mismo.

Y aunque cansa, a veces por costumbre, por temas sociales, por el confort de la situación establecida, no nos bajamos de esa calesita.

Pero cuando las relaciones se vuelven enfermizas y destructivas, es mejor bajarse en la próxima vuelta.

Sin pena ni gloria

Hay hombres que pasaron por mi vida sin pena ni gloria. Algunos por el corto tiempo, otros por no haber provocado grandes sentimientos, otros por ausencia de futuro y otros por ausencia de presente.

A simple vista J podría entrar en cualquier de estas categorías. Pero J no puede entrar en una categoría genérica, no es un tipo cualquiera. Siempre fue un tipo atractivo, con una mirada cautivante y un don de la palabra envidiado por cualquier político de la región. Amante de una buena cena, un buen vino y las mujeres.

J era capaz de hacerte sentir como una reina, amaba las mujeres, tanto que siempre pensaba en una y solo una: la próxima en la lista. Ninguna relación era lo suficientemente profunda para estrechar lazos, eso estaba claro desde el primer día. Y si no lo tenías claro, ibas a terminar llorando por ilusionarte con un espejismo.

Así pasamos muchas. Sé que fui una más de su lista, pero nunca me sentí engañada ni traicionada. Sí admirada y hasta endiosada. J no era un mentiroso, no era de esos que te engañan con falsas promesas. Era un seductor que te seducía pero te dejaba claro que eso era temporal.

Más de una caprichosa se enamoró de él, y hasta se ilusionó con ser la que cerrara su casi interminable lista de mujeres. Pero el siempre con una sonrisa, les aclaró que no estaba hecho para el compromiso.

Un día J decidió probar nuevos horizontes, y terminó trabajando en Londres. Si bien esto fue un cambio radical en su vida, su vínculo con las mujeres no cambió. No cambió hasta que conoció a L, una española que logró lo que ninguna antes había logrado: J se enamoró de ella.

Y así, ante los ojos atónitos de todos, en especial de sus exs, vimos como J comenzaba a armar su vida en torno a la española. Cada día aparecían más fotos en el Facebook, abrazados, acaramelados, felices. Incluso viajó con ella a su ciudad natal para presentarle a familia.

Más de una comentó “ahora entiende lo que le decíamos cuando le hablábamos de amor”. Otras lenguas más afiladas dijeron “espero que le dure”. Y duró, casi un año.

Un día, sus exs también presenciamos cuando J empezó a “desmantelar” su Facebook, como si borrando una a una las fotos con L y cambiando su estado civil a “soltero”, se borrara el pasado y el dolor fuera menor.

Estoy segura que alguna de sus exs está esperando el momento para consolarlo, y otras habrán reído con malicia al enterarse de la separación.

No fue la primera vez que J pasó sin pena ni gloria por la vida de una mujer, pero era la primera vez que le dolía. Y como a J tanto le gustaba Sabina, supongo que habrá cantado con ironía: “tenían razón, mis amantes en eso que, antes, el malo el malo era yo, con una excepción: esta vez, yo quería quererla querer, y ella no”


Incertidumbre

Hablando de las relaciones entre hombres y mujeres, hace unos días un amigo me dijo: “no hay nada peor que la incertidumbre, un “no” es menos complicado”. Y tiene razón.

Sin duda que cuando lanzamos una propuesta, estamos impacientes por escuchar un seguro y cálido “si”. Pero cuando esa deseada afirmación no se escucha, soy de las que prefieren un despectivo y ruin “no” a una respuesta que deje la puerta abierta y que sea fuente de esa inagotable y detestable incertidumbre.

Un “si” o un “no” nos dan certeza, nos presentan las posiciones con nitidez, nos permiten saber hacia donde se dirigen las circunstancias. La incertidumbre, en cambio, nos hace caminar a tientas, sin rumbo y a veces sin sentido.

Un “no” es un punto final, nos hace replantearnos las cosas, lamernos las heridas y seguir caminando como se pueda. Por eso muchos prefieren la incertidumbre, embriagándose en ese agridulce sabor de la esperanza.

Es difícil encontrar la nitidez de los extremos y las posibilidades intermedias son infinitas y no todas pueden ser descartadas a priori. Pero tampoco no todas las respuesta son válidas, todos necesitamos nuestras certezas. Sin ellas no podemos aprender, no podemos saber en qué ganamos y en qué perdimos. Y en definitiva, hay que aprender a aceptar las pérdidas. Solo así se pueden encontrar cosas nuevas.

La teoría del puzzle

Mi amiga G ve la vida como un puzzle. Día a día estamos tratando de armarlo con las piezas que tenemos guardadas, las que a duras penas vamos encontrando o las que caen en nuestras manos como por arte de magia.

El puzzle está compuesto por todas nuestras facetas: amor, trabajo, amistad, ideas, sueños, alegría y tristezas. Todo está allí aunque nadie sabe a ciencia cierta cuantas piezas tiene el puzzle: 200, 500, 1000 tal vez?

Cada pieza tiene un lugar, y condiciona al resto. Una pieza mal ubicada y todo un sector se desarma. Cuántas veces nos empecinamos con que una situación o una persona debe de encajar en nuestra vida! Ponemos toda nuestra energía en que funcione y no entendemos por qué las cosas no salen como deben ser! Todo para luego darnos cuenta, que esa situación o esa persona que veíamos como pieza fundamental de nuestro puzzle, no era más que una pieza secundaria o simplemente formaba parte de otros puzzles, pero no del nuestro.

Por momentos es fácil armarlo, como un juego de niños nos divertimos buscando las coincidencias, ganando terreno con nuestros descubrimientos, encajando cada pieza con su complementaria. Pero hay otros momentos en que se hace difícil y nos cuestionamos cuál es el sentido de ese puzzle, si tenemos que seguir con él o armar uno nuevo, partiendo de cero.

No hay dos puzzles iguales. Está en nosotros elegir cómo armar el nuestro y el lugar que cada pieza va a ocupar.
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* Como cambié la plantilla ahora los comentarios están arriba, después del título del post. Espero no complicarlos!

Expectativas

Cuando somos niños siempre soñamos con nuestra vida adulta: carrera, trabajo, familia, casa, hijos, etc.

Hoy en día mi vida es bastante diferente a lo que yo soñaba cuando era niña, principalmente por cómo se fueron dando las cosas. Es probable que los cambios se deban a una adaptación a la realidad de esos sueños infantiles, a la generación de nuevos sueños o a los cambios de expectativas.

La realidad nos transforma al mismo tiempo que nosotros intentamos transformarla. Y así los sueños se cumplen, mutan o simplemente volvemos a fojas cero a buscar otras expectativas qué cumplir.

Contradicciones II

“If you want to know what a woman really means - which, by the way, is always a dangerous thing to do - look at her, don't listen to her”

Oscar Wilde (A woman of no importance)

Las contradicciones entre el decir y el hacer, características del ser humano, son parte de la esencia del mundo femenino.

Pero surge una tercera contradicción: el hacer, el decir y el sentir. Históricamente las mujeres hemos sido educadas para esconder nuestros sentimientos. Y con los años, si bien muchas cosas cambiaron, nuestro nuevo rol social nos “obliga” a ser fuerte y meter la emotividad en un cajón. Y así, generar nuevas contradicciones.

¿Será por eso que el significado de “no me importás más” no tiene ningún sentido si lo decimos llorando?

Contorsionismo

¿Hasta que punto estamos dispuestos a cambiar por la persona que amamos? ¿El amor puede cambiar a una persona?

Cambiar no significa cambiar de profesión, raparse la cabeza y hacerse budista. No estoy hablando de tales extremos. Hablo de ceder, dejar que el otro gane terreno, y pasar a ser una versión mejorada de uno mismo.

Pero hay una realidad imposible de desconocer: nadie va a cambiar por imposición. Ni nosotras ni el caballero de turno. No importa que en nuestra naturaleza femenina esté la tendencia por la educación del prójimo, el prójimo cambia solo si él quiere.

Y muy en el fondo eso lo sabemos. Así como también sabemos que nosotras podemos ceder y mejorar, pero nunca ser una contorsionista que se amolde 100% al hombre de turno.

La resistencia y el cambio

El cambio genera miedo, es una realidad que nadie (ni el más audaz) puede negar. Muchas veces ese temor nos paraliza, otras nos llena de adenalina, y otras nos genera ese sentimiento de resistencia, de no querer cambiar o no querer aceptar que el cambio es inminente. Nos resistimos a lo nuevo, a lo diferente, a lo desconocido.

Es ese miedo, esa necesidad de aferrarnos con uñas y dientes a lo conocido, esa necesidad de resistir, lo que nos lleva a que nosotros mismos construyamos nuestras murallas ante el cambio. Pero es necesario romper con lo anterior para seguir avanzando. Ya lo explicó Kuhn en su teoría de los paradigmas, o Bachelard con su idea de ruptura en el conocimiento.

Así es como avanzan las ciencias, y así se escribe la Historia. La Historia con mayúscula y los millones de historias con minúscula, de los millones de habitantes del mundo.

La resistencia al cambio es inevitable. Pero el cambio (inevitable también) es lo único que nos impulsa y nos permite avanzar.

La teoría del click

Ya sea por mala suerte, por enamorarme del incorrecto o ser demasiado crédula, mi vida amorosa no ha sido perfecta (ni nada que se le parezca).

Como ya me queda poco para la tercera década, no me faltan historias para contar, ya sean tropezones o momentos de éxtasis e genuina felicidad. Nadie me quita lo vivido, ni lo bueno ni lo malo (que de eso siempre se aprende). Pero tantos años buscando al príncipe azul, de creerme que el cuento de hadas iba a durar para siempre, y después terminar cayendo en la desilusión, es agotador.

Soy conciente que esto no solo me pasa a mí. Tampoco soy la única que se deshaga vía Blogger, porque tiene el corazón roto o está desahuciada porque todos los príncipes azules se le destiñeron. Tampoco voy a culpar a la liberación femenina, y decir que este mal comenzó desde que demostramos ser inteligentes y profesionales, además de lindas y buenas cocineras. No creo que los hombres nos tengan miedo, pero a veces siento que vamos en direcciones opuestas. Peor que eso, estamos caminando por calles que nunca se cruzan.

Y como es mal de muchas, en las reuniones de amigas, estos temas siempre surgen. Hace pocos días mi amiga E me explicó su teoría del click. La teoría es simple: después de una colección de fracasos, algo en tu mente hace “click”. No te queda nada por perder, y dadas las circunstancias empezás a mirar las cosas desde otra perspectiva. Te das cuenta que hay opciones que si bien siempre estuvieron frente a vos, nunca las habías considerado.

Y las opciones van desde invitar a salir al vecino del segundo piso que siempre nos sonríe en el ascensor y nunca nos animamos a preguntarle el nombre; hacer ese viaje que hace tanto queremos; aprender danza árabe; o simplemente disfrutar de estar soltera (terminemos de vivir la soltería con culpa!)

Después de todo, ni la vida ni los hombres no se acabaron el día que el último infeliz nos rompió el corazón.

Miembro fantasma

El síndrome del miembro fantasma explica como aun años después de la amputación de un miembro, la persona tiene la sensación que su miembro existe… como si esa parte de sí misma siguiera ahí… aunque ya no esté. Es un fantasma del cual uno no puede desprenderse totalmente.

En las relaciones humanas pasa lo mismo, y desde hace unos días me siento así. Después del “todo o nada”, por momentos tengo la sensación que él continúa siendo parte de mi día a día, y ante cualquier circunstancia que me lo recuerda termino buscando el celular con la intención de llamarlo, o pienso que en cualquier momento voy a recibir un sms preguntándome cómo estoy.

Sé que tomé la mejor decisión, pero ¿por qué es tan difícil desprenderse?