31 de diciembre

El tiempo es una experiencia subjetiva, cada individuo lo vive desde una perspectiva diferente y totalmente personal. Así, cuando el próximo 31 de diciembre se termine el año y muchos lo esperarán con ansias, habiéndolo previamente marcado en el almanaque para así destacarlo del resto de los días. Y así se cerrarán ciclos, y vendrán 365 días nuevos, donde tantos sueños se proyectarán, otros tantos podrán concretarse, y otros, simplemente seguirán siendo sueños.

Para otras individualidades el fin de año no es más que otro día en el almanaque. Solo la continuación del día anterior, o el que precede al siguiente. Y así, intentarán ignorar ese día, y mirarán escépticos a los festejantes del año nuevo.

Sea como sea, es una fecha que difícilmente pase desapercibida. El 31 de diciembre está ahí al final del almanaque, recordándonos que de vez en cuando es bueno hacer un alto, mirar el camino que venimos recorriendo, ese que es único y cuyo ritmo no lo determina el almanaque. Y a partir de ahí, tomar aliento y seguir adelante.

¡Feliz y exitoso 2010 para todos!

Cambios

"Nada es permanente a excepción del cambio." - Heráclito

Diciembre es el mes social por naturaleza. Social por las fiestas de fin de año donde saludamos cordialmente a todos aquellos que durante el año evitamos hasta en el ascensor. Pero también porque se repiten las reuniones con esos amigos que vemos todo el año y cuyo abrazo nos hace renacer hasta de los problemas más intrincados.

En una de estas últimas reuniones, una amiga y colega comentaba lo importante que son los cambios, y como, casi sin darnos cuenta, nuestra vida fue cambiando desde aquel día en el 98 cuando nos conocimos en la Universidad.

Los cambios no solo se dieron en términos académicos, o qué casillero tildamos cuando en un formulario aparece “estado civil” o “cantidad de hijos”. Los cambios más relevantes, aunque menos aparentes, se dieron en nuestra forma de interpretar la realidad, incluso nuestra realidad interna.

Sin temor a entrar en lugares comunes, me animo a decir que hay quienes temen a los cambios, mejor dicho, hay quienes temen cambiar. Hacer algo bueno, buscar nuevos resultados, intentar ver las cosas desde otra óptica. Ya sea desarrollar un don olvidado, estudiar física cuántica, cambiar de destino en las vacaciones, viajar al Himalaya, volver a leer “El Principito” o descubrir nuevos pasatiempos.

Nada de esto implica destruir lo anteriormente construido o desprestigiar el esfuerzo realizado. Simplemente, implica no adormecerse en lo que ya se tiene, no perder los sueños, y seguir creciendo.


Cajas chinas

Cada historia guarda en sí misma otra historia, como las cajas chinas. Hay todo tipo de historias, como aquellas contadas en voz alta, o las que escondemos detrás del orgullo. Historias con finales felices, de sueños truncos, o de esperanza.

Algunas son dignas de ser compartidas, como esas cajas de regalo que al verlas nos provocan adrenalina por saber qué hay dentro. Otras son superficiales como esas cajas llenas de papel picado.

Historias que nos llegan al alma, y protegemos como el más preciado de los tesoros, o historias que cerramos para siempre, cuales cajas de Pandora.

Aunque a veces quisiéramos deshacernos de alguna de ellas, sabemos que el presente o incluso el futuro estarían incompletos. Ninguna nueva historia es independiente de las anteriores. Cada una de ellas, una dentro de otra, forman parte de la historia que hoy estamos construyendo.


El trailer corresponde a la película griega La Sal de la Vida (también traducido como El Sabor de la Canela), donde a través de la cocina se cuenta una historia dentro de otra historia. Hermosa película y muy recomendable (hay que verla idioma original, ya que la narración en griego le da un toque mágico).

De resoluciones y tormentas

Hay situaciones que se pueden resolver de manera simple, otras requieren creatividad e ingenio. Otras, infinita paciencia. Resolver de a poco, despacio, moviendo las piezas milimétricamente.

En otros casos, tal vez los menos, o tal vez los más, se requieren soluciones drásticas. Terminar con todo el problema, sin anestesia, de un golpe y para siempre.

Y cuando se trata de amor, o desamor, no es posible aseverar que una opción duela menos que la otra. Con o sin anestesia, aceptar la realidad implica que alguna vez nos peleamos con ella, pataleamos, pero que atravesamos la tormenta.

Porque después de la tormenta, aunque sea por un tiempo, siempre sobreviene la calma.

De buenas intenciones

Dice Dante que “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”, y la sabiduría popular agrega con énfasis que no hay comedido que salga bien. Será que desde que el hombre decidió vivir en sociedad, siempre se desconfió de la ayuda desinteresada, las buenas intenciones o directamente de la buena fe del otro.

A veces pienso que tanta desconfianza, lejos de ayudarnos a estar prevenidos, nos lleva a vivir metidos en nuestro micromundo, sin pensar que puede haber alguien merecedor de nuestra buena voluntad o de nuestra ayuda. Ayuda que aunque por definición siempre sea desinteresada, hoy en día vemos claros casos donde se parece más a un intercambio de favores.

Las buenas intenciones son escasas, pero no por eso tenemos que descartarlas. La cuestión es distinguir, hecho que no es sencillo de por sí. Distinguir quienes se encargan de ver tramas donde no las hay. Pero también distinguir quienes se encargan de armar tramas en medio de situaciones tan simples, que no requerirían la intervención de nadie más que él o los involucrados.

La línea entre uno y otro, es demasiado delgada.

El canto de la sirena

Cuenta la leyenda que las sirenas son seres mágicos: mitad mujer, mitad pez, dueñas de una voz dulce capaz de cantar las más hermosas melodías y una sonrisa sin igual, capaz de encantar al más incrédulo.

Pero es ese mismo encanto natural, el que hace que las sirenas sean capaces de enloquecer a aquel navegante que tenga el infortunio de escuchar su canto. Y así, llevarlo al naufragio.

Lejos de la leyenda, en el día a día, todos nos enfrentamos a las sirenas. Ya sea un negocio irresistible, un supuesto amor, o la dulce sensación de estar frente a la respuesta a todas nuestras preguntas.

Tantas veces una situación se viste como favorecedora para luego demostrarnos que está muy lejos de serlo, y muy cerca de llevarnos al naufragio.

Lo preocupante es que aun yendo a la deriva, la fuerza del canto de la sirena puede ser tal, que somos incapaces de escuchar otras voces de alerta.

Todos hemos escuchado el canto de la sirena alguna vez. Por eso está en nosotros detectarlo a tiempo.

Brillar

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.

A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.

El Mundo – Eduardo Galeano


Como miembros de la sociedad, formamos parte de diversos grupos, grandes, chicos, homogéneos y heterogéneos. Grupos al final.

Llama mi atención que en ciertos grupos la mediocridad, ser uno más del promedio, no llamar la atención y ainda mais, suele estar mejor ponderado que destacarse, ser único, o simplemente brillar.

El brillo es objeto de la más dura crítica, porque es muy fuerte, porque es diferente, porque no es bueno para los demás, porque hubiera sido mejor de otra forma, o porque es brillo lisa y llanamente.

No busco ni cuestionarme si los que condenan a los que brillan lo hacen porque tienen miedo de ser opacados por ese brillo, si es que son mediocres y tienen miedo, o si simplemente no saben como interpretarlo y se asustan. Lo que últimamente sí me estoy cuestionando, es por qué es tan frecuente que esto pase. Ver como no se pondera la innovación, no se da ánimo a quien trata de mejorar, o directamente se incentiva quedarse en el rebaño.

Me niego a aceptar eso. Me niego a restar para evitar que otros sumen. Me niego a condenar el brillo, o no ver otro brillo que no sea el propio.

El brillo puede enceguecer al principio, pero luego suma y nos permite avanzar.

El síndrome del final feliz

Tengo que reconocer que sufro del síndrome del final feliz, y creo que no soy la única. Los síntomas son sencillos de detectar: inmediatamente que conozco a un hombre con quien me gustaría entablar una relación, empiezo a imaginarnos juntos. Mi mente forma todo tipo de imágenes: imágenes de salidas, imágenes bajo las sábanas, imágenes de viajes juntos, por qué no.

Siempre en busca del preciado final feliz, como en los cuentos de hadas.

Si el éxito me acompaña y se da el primer encuentro, y ese viene precedido por otros, muchas veces se concretan las imágenes en pro del final feliz.

Otras el síndrome del final feliz condiciona las relaciones y terminamos decepcionadas de aquellas que no se comportan como un cuento de hadas moderno.

Pero el síndrome existe, y no creo ser la única que lo padece.

De amenazas y oportunidades

Es increíble como en un segundo puede cambiar todo lo planificado, o esperado, o simplemente deseado. A veces por obra del azar, otras por la voluntad ajena, y otras por motivos que desconocemos. Pero lo sí conocemos es que las circunstancias son otras. Radicalmente diferentes.

Al principio asusta, lo queremos negar, no lo aceptamos, y hasta nos peleamos con la realidad. O simplemente queremos correr, desaparecer, hacer de cuentas que nada pasó.

Pero esa realidad austera está ahí: dura, inmóvil como una piedra, sin ninguna intención de ceder.

Es ahí cuando tenemos dos opciones, o seguimos escondiéndonos o aprovechamos la situación. Dicen los chinos toda crisis encierra una oportunidad, por eso lo representan con el mismo ideograma.

Cada amenaza se puede convertir en una oportunidad. Está en nosotros tomar el cincel, dar lo mejor de nosotros mismos y aprovechar la oportunidad dejando nuestra huella.

Sincronicidad

En mi afán de entender e interpretar el mundo que me rodea, hay situaciones que no puedo explicar por una relación causa efecto. Ni siquiera puedo concebir que sean una casualidad, porque parecen estar directamente ligadas con otras situaciones pero aun así, no son su conclusión.

Sin ser su defensora a ultranza, tengo que reconocer que ciertas situaciones solo las puedo explicar por la sincronicidad, por esos eventos que están vinculados entre sí de manera acausal.

¿Cuántas veces pensamos en alguien con tanta fuerza y minutos después no llama por teléfono o lo cruzamos en la calle? ¿Cuántas veces extrañamos tanto a alguien que estamos convencidos que ese alguien también nos extraña?

Lo último que se pierde

“Lo último que se pierde es la esperanza” – Dicho popular

Por mucho tiempo pensé que la esperanza era la respuesta para muchas situaciones adversas. Ante un camino difícil o un objetivo que se vuelve esquivo, nos reconfortamos recordando que lo último que se pierde es la esperanza.

Esa frase parece ser la excusa ideal para continuar creyendo en amor imposible, mantener con vida una relación que claramente no funciona, o salvaguardar una situación que, si bien sabemos que no nos conviene, guardamos la esperanza que cambie como por arte de magia.

Con el tiempo me volví un poco escéptica, o tal vez más pragmática, pero a veces preferiría no creer en la esperanza como un valuarte de los sueños. Después de todo, si la esperanza es el consuelo del que sufre, como dice la Real Academia, debería ser lo primero que se pierda.

Ojalá fuera más fácil distinguir cuando vale la pena mantener la esperanza y cuando es mejor, dejarla ir. Ojalá fuera más fácil saber con exactitud cuando llega el momento de dejar de luchar contra los molinos de viento.

Here without you

Hay sonidos, palabras, perfumes que generan sensaciones que nos llevan a navegar sin rumbo en un mar de recuerdos. Recuerdos simples, complejos, buenos, malos, reales y fantasiosos.

Recuerdos que muchas veces nos producen sensaciones ambivalentes: esas que en un segundo nos dibujan una sonrisa, pero a la vez nos espetan una profunda ausencia que no la llena ninguna presencia que no sea la del ausente. Y es en ese momento que empezamos a extrañar a alguien, y renegamos contra los recuerdos deseando esconderlos para siempre en la caja de Pandora, para que no vuelvan más, para que no se revelen.

Vagar entre recuerdos y sentimientos que quedaron escondidos, nos hace preguntarnos qué es lo que extrañamos exactamente. ¿Una persona o un cúmulo de momentos? ¿Una costumbre tal vez? Probablemente, todo junto.


Opuestos

Dicen las reglas de la física, y el dicho popular, que los polos opuestos se atraen. Y las relaciones humanas no son la excepción.

Más de una vez nos pasó que vemos una pareja y no entendemos cómo pueden estar juntos: ella es profesional, estructurada, con su ropa siempre elegante y formal, nació en una familia acomodada pero mantiene los pies en la tierra. Él, lo opuesto: informal, desestructurado, estudió en la “escuela de la vida” y a los golpes aprendió a ser la persona que es. Su sueño es recorrer Latinoamérica en bicicleta.

Esas parejas, parecen de cuentos de hadas o de alguna película surrealista. Pero a pesar de la sorpresa de muchos, pueden funcionar. Se sustentan en el amor pero principalmente en las coincidencias que logran rescatar más allá de las evidentes diferencias.

El problema se plantea cuando las diferencias se hacen más notorias que las coincidencias, y o hacen que éstas se vuelvan casi imperceptibles. Entonces llega un momento en que inevitablemente, para no perder su individualidad ni claudicar ante la adaptación artificial, cada uno sigue su propio camino.

Cristal

“Nada es verdad ni es mentira, todo depende del cristal con que se mira.”- William Shakespeare

Cada persona reacciona de diferente manera frente a diferentes situaciones. Si bien hay patrones de conducta que se repiten y que podríamos categorizar, la reacción en su totalidad siempre es personal, íntima, única. Cada uno interpreta la realidad de acuerdo al cristal que eligió en algún momento.

Una misma situación puede ser un drama para uno, una comedia para otro, o una lección para los demás. El abanico de posibilidad siempre es infinito, y nuestra elección, también personal y única, es la que define como nos plantamos ante cada situación y que conclusiones sacamos de ella.

Hay excepciones, pero la mayoría de las situaciones no son buenas o malas en sí mismas, está en nosotros elegir el cristal adecuado para interpretarlas.



La teoría de la sustitución

Terminar una historia de amor no siempre es igual: a veces terminamos por ausencia de amor, otras gracias al arte del desengaño y otras tantas opciones. Y a cada ruptura le corresponde un duelo, que así como los desenlaces son diferentes, los duelos también lo son.

Pero dentro de ese infinito abanico de opciones está la sustitución. Hay quienes en vez de llorar y pasar públicamente por la etapa del duelo, inmediatamente después de terminar una historia de amor, ya están buscando un sustituto (o incluso antes).

Y así el sustituto viene a jugar en el lugar exacto que dejó el amor anterior, ocupando los mismos tiempos, la misma ubicación en la mesa, el mismo lado de la cama y la misma actividad de domingo.

El que actúa por sustitución no siempre se fija en quien tiene al lado, sino que busca mantener cubierto ese rol: esposo, novio, amante, etc. Y estas relaciones funcionan hasta que se aplica nuevamente la sustitución, a veces, incluso ante los ojos atónitos del ahora antiguo sustituto.

Pero no olvidemos que en este caso, como en todo binomio, siempre hay dos personas: el que sustituye y el sustituto que permite (y consiente) la sustitución.

La maldición del Príncipe Azul

Todas las que en algún momento leímos cuentos de hadas, soñamos con el Príncipe Azul. El hombre perfecto para nosotras, la historia de amor ideal, ese que nos hace sentir que es para siempre.

Las afortunadas lo encuentran, y cumplen con el cuento de hadas. Otras, pasamos años buscándolo, cuando no toda la vida. A veces creemos encontrarlo, otras, estamos convencidas que ese que tanto nos atrae, poco tiene de Príncipe, y aun menos de Príncipe Azul.




El problema es cuando confundimos el fin con el medio, y la búsqueda nos termina agobiando. Así empezamos con las clásicas quejas: “son todos iguales”, “no hay ninguno para mí”, bla bla bla. Y concluimos en la paradoja de no querer buscar más.

Terminemos con la maldición del Príncipe Azul y empecemos a disfrutar de los romances no perfectos, de las historias no épicas, pero reales y que, al menos durante un tiempo, nos hacen tan felices.

Tempus fugit

El tiempo es fugaz, se nos escapa de las manos con una rapidez incontrolable. Siempre corremos contra el reloj, tratamos de abarcar más actividades, no dejar nada para mañana porque el tiempo pasa demasiado rápido, y el hoy ya se convierte en ayer.

Sin embargo, en muchos aspectos el tiempo es relativo. Un minuto no se vive de la misma forma en dos oportunidades. Un minuto en la cola del banco puede parecer una eternidad y no hacemos más que pensar en todo lo que nos queda por hacer. Pero un minuto en los brazos de la persona amada no es más que un instante, un instante que nos llega al alma.

Y si el tiempo es relativo, si lleva consigo una carga subjetiva de quien lo vive, entonces, nosotros somos los responsables de disfrutar de esos minutos que llegan al alma y recalan para siempre en la memoria.

Teoría no lineal

“La distancia más corta entre dos puntos está en una línea recta” – Geometría euclidiana
Hay quienes creen que todo en la vida va en línea recta: un movimiento lleva a otro y se llega al objetivo. Avanzar es sencillo y rápido, sin perder tiempo en situaciones ambiguas.

Sin embargo, no creo que la vida no es exclusivamente lineal, y menos en línea recta. La realidad nos demuestra que a veces avanzamos de manera lineal, pero otras necesitamos permanecer estáticos como esperando que otro mueva las piezas. Sin olvidar los momentos que nos movemos en círculos, o necesitamos irnos por las ramas atendiendo objetivos temporales o disfrutando del paisaje.

Y a veces es necesario volver para atrás. Pero no con ánimo inquisidor o arrepentido, ni siquiera con incertidumbre sobre lo que hubiera pasado, sino para tomar aliento.

Pero aunque no siempre se avance linealmente, lo importante es seguir avanzando.

Espejo

“Los espejos deberían pensárselo dos veces antes de devolver una imagen.” - Jean Cocteau

Podemos fingir, actuar, simular que todo está perfecto. Pero cuando el espejo refleja nuestra imagen y nos miramos profundamente a los ojos, estos no mienten. Estos nos espetan la verdad a la cara, las cosas como son, sin mentiras, sin vueltas, sin maquillajes favorecedores.

Los aciertos y los errores, las oportunidades aprovechadas y las tiradas por la borda, el aprendizaje o el rechazo al mismo, todo está ahí. El orgullo puede enceguecernos, pero cuando nos miramos a los ojos la realidad se nos presenta sin previo aviso.

Si nuestras decisiones nos llevaron a cometer errores y si no hicimos nada para enmendarlos, si el orgullo nos llevó encerrarnos en ver nuestras razones y despreciar las ajenas, el espejo lo grita sin piedad.

Pero hay algo que ese espejo no nos dice, y es que nosotros podemos cambiar las cosas. Nunca para atrás, sí para adelante. Después de todo, la realidad constantemente nos desafía a cambiarla.

Molesta

No estoy molesta porque me estafaron con el cambio en la panadería. Tampoco porque se me rompió el taco de mis zapatos preferidos. Menos porque algún malparido haya insistido en recordarme algo que quiero olvidar.

Mi molestia no tiene origen en una suba de impuestos, una multa de tránsito o en que un caballero que haya hecho esperar en la primera cita. Pero aun así es grave. La causa de mi molestia me chupó la energía, me dejó agotada, y me tiene a mal traer estos últimos días.

Estoy molesta porque hace cinco días que estoy con laringitis y no puedo hablar!


En los próximos días, el mundo se pierde de todo lo que tengo para decirle.

Encuesta

Si hiciéramos una encuesta sobre cuántas parejas están juntas porque se aman y cuántas porque necesitan alguien a su lado, probablemente los resultados no serían muy alentadores para el amor.

¿Por qué la pareja parece ser una vía de escape a la soledad y no una consecuencia del amor? El ser humano está hecho para vivir de a dos, eso está claro: compartir la vida con una persona es un privilegio pero ¿es una forma de satisfacer la necesidad de paliar la soledad?

Si la respuesta a esa pregunta es sí, ponemos la carreta delante de los bueyes: la soledad no puede ser motivo para buscar pareja, la pareja (producto del amor) debe espantar la soledad.

La teoría de Casablanca

La primera vez que vi Casablanca, descubrí que el amor romántico, ese de los finales felices y de los cuentos de hadas, distaba mucho del amor real, ese plagado de interrogantes, encuentros y desencuentros.

Muchas veces repasé las escenas finales, esperando románticamente que Ilsa no se tomara ese avión, que fuera fiel a sus sentimientos, que no lo escuchara a Rick y permaneciera a su lado.

Pero el status quo siempre le volvía a ganar al amor. Porque la realidad no negociaba. Porque las razones, el miedo a arrepentirse y la idea del futuro correcto, opacaban al amor ideal.

O tal vez, siempre confundí las cosas. Y el amor romántico se convierte en real cuando dos personas deciden contestar las interrogantes, priorizar los encuentros, espantar los desencuentros y concretar ideales.

Tal vez Ilsa sabía que ese amor, el ideal, se había quedado en Paris. Después de todo, se tomó el avión no pensando en lo que hubiera sido, sino segura de lo que no era. Porque el amor real siempre parte de un sueño, pero de un sueño que se concreta.


Aprendizaje

Fui orgullosa, sumamente orgullosa. Con los años y a los porrazos aprendí que el orgullo no siempre es nuestro mejor consejero y que en muchos casos, nos enceguece y nos juega una mala pasada. La realidad no miente, nos habla sin anestesia, y por sobre todas las cosas, no negocia. Y esa mezcla que orgullo y ego no nos permite distinguir qué es real o qué es negociable.

Hoy, si bien el ego me sigue haciendo trampas al solitario, tengo un orgullo moderado. Aprendí cuándo tengo que negociar, cuándo tengo que retirarme para tomar impulso y cuándo tengo que aceptar las cosas como son y seguir otro camino, aunque me cueste reconocerlo.

No escupo para arriba, no me creo la dueña de la verdad, ni mucho menos me hago la superada. Lo que aprendí, lo defiendo como el tesoro más preciado, con la tal vez ingenia ilusión de no volver a equivocarme. Pero la realidad muta, no es la misma la situación de ayer, la de hoy o la de mañana. Y si bien parece que hay cosas que ya las vivimos y ya las aprendimos, inevitablemente tropiezo de nuevo. Y tampoco puedo evitar caer en la bronca y en la decepción. Pero tampoco puedo evitar seguir aprendiendo.

Después de todo, el aprendizaje es el camino. No un camino para lograr una felicidad. Ni siempre es infinita, ni se parece a esa felicidad prefabricada que leímos el los cuentos de hadas. Cada uno construye su felicidad a su manera, y en definitiva la felicidad es una cuestión de actitud, de cómo encaramos el día a día. La felicidad es parte del camino, pero no en cualquier camino, sino en aquel que nos permite llegar a nuestros objetivos y cumplirlos. Camino y destino. Un poco de cada uno.

Titiriteros

Hay personas que por convicción se comportan como titiriteros. Un buen día deciden que van a colaborar con la vida de otro ser humano (a quien probablemente tengan mucho cariño) y comienzan su tierno y consecuente trabajo de dirigirle la vida desde la distancia.

Con paciencia, destreza, estrategia y mucho tesón, los titiriteros van tramando, armando situaciones en secreto, hablando con las personas correctas. No dejan nada al azar. Todo lo saben, todo lo planifican y todo lo predicen. Trabajan con tal sutileza solo comparable a un trabajo de orfebrería.

Siempre con una cara amigable hablan, aconsejan, buscan. No tienen inconviente en cambiar un viaje de negocios o mantener una charla a las 5 AM, con tal de mover las piezas de su juego, cual partida de ajedrez.

Pero todo es un binomio. Y para que exista un titiritero o una titiritera, por qué no, debe existir un títere. Alguien que se deje manejar o que no ponga peros cuando le manejan su entorno. Después de todo, los titiriteros existen porque existen los títeres.

Desenlace

Hay quienes creen que es mucho más fácil terminar una relación con un portazo que despedirse con una sonrisa y seguir sin más trámite cada uno con su vida.

En el portazo hubo una conversación que dolió. Palabras que se dijeron apuradas, que le ganaron la carrera a los pensamientos, y a los sentimientos que ya habían claudicado desahuciados.

En la sonrisa, el abrazo y el “fue bueno conocerte pero hasta que llegamos”, hay cariño, complicidad y respeto al otro. Sin embargo, se hace tan difícil desprenderse del otro. Decirle adiós implica un esfuerzo de magnitudes dantescas, y tanto cariño no ayuda para nada.

¿Será que necesitamos una discusión para desprendernos? ¿Será que nos parece más fácil? ¿O será, simplemente, que inocentemente creemos que así duele menos?

Pero la bronca no sobrepasa el dolor. Tenga la forma que tenga, el desenlace se vuelve inminente. Y no importa qué camino transitemos, llegamos a un punto en el que ya no miramos para atrás.


Este adiós, no maquilla un "hasta luego"
Este nunca, no esconde un "ojalá"
Estas cenizas, no juegan con fuego
Este ciego, no mira para atrás
Este notario firma lo que escribo
Esta letra no la protestaré
Ahórrate el acuse de recibo
Estas vísperas, son las de después
A este ruido, tan huérfano de padre
No voy a permitirle que taladre
Un corazón, podrido de latir
Este pez ya no muere por tu boca
Este loco se va con otra loca
Estos ojos no lloran mas por ti.

Nos sobran los motivos – Joaquín Sabina



Mamushka

Siempre me gustaron las Mamushkas, tienen algo mágico en ellas. No sé si es esa sensación de protección que transmiten ya que una muñeca protege a la otra. O tal vez es esa idea que todos estamos compuestos por otras versiones de nosotros mismos, y a medida que una persona nos va conociendo, las va descifrando.

Desde niña mis preferidas siempre fueron las muñecas más pequeñas. Son las únicas diferentes del grupo, ellas únicamente reciben la protección de las demás. Son el corazón, lo más profundo, la esencia.

Paradójicamente, hace unos meses desapareció la muñeca más pequeña de una de mis Mamushkas. Una explicación simple y objetiva podría aseverar que la muñequita terminó en la bolsa de la aspiradora o siendo tragada por alguna mascota. Yo prefiero pensar que la muñequita simplemente se fue a pasear. Ahora está recorriendo el mundo, como el enano de jardín del padre de Amélie.

Y en su recorrida visitó algunos blogs a los cuales decidió premiar:


Mañana de Sol - Piensa siempre más y más… será por el aburrimiento, del Caballero Rojo: donde espera ser protagonista de alguno de sus relatos garabatos, y es fan absoluta del páncreas

Nos estamos hablando, de Lady Baires: donde reflexiona sobre el amor y disfruta de sus historias

Getting Better, de Luis: donde se emociona y reflexiona sobre sus sentimientos

Crónicas de un cornudo conciente, de Ménage à Trois: donde lee historias pasionales que se entremezclan con la imaginación y la realidad

Almacén de Secretos, de Inti: donde siempre espera con ansias el próximo capítulo de la historia de su familia, y espera que algún día se convierta en una novela que comprará en una librería parisina

En este premio no hay reglas, pueden quedárselo y no pasarlo a otros blogs o pasarlo a la cantidad de blogs que quieran. Si lo pasan mi Mamushka va a seguir recorriendo el mundo, y espero sorprenderme algún día al verla en algún blog, hasta ese entonces desconocido.

Impresionista

Si algún cibernauta distraído cae por este recinto, podría llegar a pensar que voy a hablar de Renoir o de la sensación que sentí al contemplar “Desayuno sobre la hierba” de Manet al recorrer el Musée d’Orsay.

Pues no. No pienso hablar de mi experiencia con la pintura. Vengo a hablar de impresiones, de ahí que me permito en este recinto usar la palabra “impresionista” en ese sentido.

Hace un año, cuando terminé con P me sentía desamparada, defraudada, pero sobre todo intrigada por ver qué rumbo iba a tomar mi vida amorosa. Obviamente que las primeras semanas caminé sin rumbo, medio perdida entre las propuestas que cayeron del cielo y las que yo, infructíferamente, intenté hacer.

Así, un día, como quien no quiere la cosa, apareció C. Un impresionista con todas las letras. Accedí a salir con él un poco por no tener mejor opción y otro poco impulsada por esa terrible sensación de despecho que me dio saber que P ya tenía pareja.

Las salidas con C no fueron muchas, pero si existiera un Top 10 de las salidas más bizarras, seguro que estas califican. Fue ahí que C empezó con su terco, sin sentido e insufrible afán de impresionarme.


El:
Me voy a comprar un auto, un Volvo.

Yo (tratando de dar conversación):
Ah, mirá que bien. ¿Cuándo lo vas a comprar?

El:
En cuanto venda un campo de un cliente. Mucha plata, más de la que te imaginás.

Yo:
Mirá que yo tengo mucha imaginación.

El:
Y me voy a alquilar un apartamento.

Yo (con cara de desconcierto y ganas de decir: ¿pero dónde carajo vivís?):
¿Apartamento?

El:
Sí, vos viste, el divorcio, las nenas, mi ex. Ahora tuve que volver a lo de mi vieja.

Yo (mirando la mesa ya que no puedo poner cara de poker):
Ajá…

El:
Pero ya voy a comprarme el auto, el apartamento, volver a los viajes al exterior, todo eso. Mucha plata…

Yo:
Sí, me imagino. Bueno cuando quieras cambiamos figuritas, pero yo solo cambio de las reales… las imaginarías se las dejo a los niños…

El:
No linda, no me entendiste.

Yo:
Sí, te entendí clarito.

El:
Es que a las mujeres como vos hay que impresionarlas.


Me quedó clarito. A las mujeres como yo hay que impresionarlas, pero que alguien le avise a C que no me impresiono con el vil metal y menos con uno imaginario.

Evidentemente hoy en día C no compró el auto, ni viajó a Orlando con las hijas, pero seguro se quedó con la duda de por qué no logró impresionarme.

Amigo


“La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad”
Sir Francis Bacon

A veces vivimos tan apurados, tratando de hacer mil cosas al mismo tiempo, buscando respuestas inmediatas, caminos más cortos, decisiones más precisas: el trabajo, el estudio, el dinero, la familia. Pero aun en esa vorágine, necesitamos una mirada amiga, un consejo que solo un amigo puede darte o ese café que reconforta el alma.

Si tuviera que definir a mis amigos, diría que son los que han estado siempre, desde el primer día, más allá de las horas, las alegrías, las peleas o las distancias. A quienes impulso y ayudo a crecer, y ellos me ayudan a ser mejor persona.

Muchas veces pensamos que los amigos siempre van a estar, y que no hace falta reconocerlos. Porque ellos están, y nosotros también. Es cierto, pero también es cierto que el reconocimiento sincero agranda el alma.

Agradezco a Inti que en su Almacén de Secretos me dió este regalito, y aprovecho para agradecerles a todos mis lectores por su presencia constante, consejos y por dejarme ser parte de sus blogs.




Y este regalo tiene reglas (que quien quiere las sigue, y quien quiere las rompe, porque de vez en cuando también es bueno romper las reglas):


1º- Enlazar el blog que te dio el premio.
http://almacendesecretos.blogspot.com/


2º- Contestar unas preguntas:
- ¿Por que te decidiste a tener un blog?
Porque necesitaba ordenar las ideas de mi cabeza y los componentes de mi alma.
- ¿Cuanto hace que lo tienes?
Desde julio

- ¿Que sentimientos tuviste a través del mismo?
Sopresa, alegría, desahogo

- ¿Que es la amistad para vos?
Un lazo que perdura más allá del tiempo y las distancias

- ¿Que espera de una amistad?
Que compartamos y disfrutemos las buenas, y nos prestemos el hombro para soportar las malas, sin importar el lugar o el momento.


3º- Dar el premio a seis personas:

La Solitaria: porque me hace reir con sus aventuras y desventuras, y comenta incansablemente este y otros blogs

Madie: a quien aprovecho para volver a desearle éxito en su nueva etapa académica

Any: por sus orginales y divertidos escritos

Marga: por compartir su mundo con nosotros, y así calmar su ansiedad

Mery: porque me divierte con sus locuras, y su búsqueda del “principe blu” (italiano, obvio)

Sherezade: para darle mi hombro si lo necesita

Precaución

A todos no pasó que después de un buen porrazo, esperamos un tiempo prudencial antes de retomar la actividad que nos generó la caída. Y ese tiempo depende de la profundidad de la herida, y del dolor que nos causó.

Una vez que nos recomponemos, volvemos tímidamente al ruedo. De a poco, viendo como hacer para protegernos, evaluando las formas de no volver a cometer los mismos errores que nos desestabilizaron y generaron el porrazo.

Análogamente en el amor hacemos lo mismo. Una sucesión de malas experiencias y a veces una sola, nos llevan a protegernos de futuras e hipotéticas malas experiencias. “Yo no me enamoro más” decimos con tanta determinación que hasta sonamos convincentes.



Y tal es la autoprotección, que a veces nos condicionamos a no involucrarnos lo suficiente, o directamente a evitar nuevas experiencias. Para que no duela, par que no nos lastimen de nuevo.

Pero esas precauciones no sirven de nada. Decidir no enamorarnos más no nos protege del amor, porque en el amor no hay precaución que valga.

Cuentas pendientes

En los últimos tiempos aprendí que no debemos dejar cuentas pendientes, no importa del tipo que sean. Todo lo que no hagamos, lo que no decidamos o lo que no digamos hoy, no sabemos si mañana vamos a tener la oportunidad de hacerlo, decidirlo o decirlo.

Parece simple, pero es parte de la naturaleza humana ir dejando cuentas pendientes: un café para más adelante, esa charla que “nos debemos” hace años, un problema sin resolver.

Hay quienes creen que es más placentero olvidarse de los problemas, y hacer como si nada hubiera pasado. Siempre me llamó la atención esas personas que no enfrentan las cosas, como si diera más tranquilidad llevar una cuenta pendiente que resolverla.

Otros creen que olvidar lo que pasó y dejar cuentas pendientes es una oportunidad de aprovechar el presente. El pasado pasó, y lo hecho, hecho está. No podemos cambiar el pasado, es cierto, la idea no es desenterrar muertos o revivir fantasmas.

Para aprovechar el presente, hay que aprender del pasado. De lo bueno, de lo malo, de los errores y de lo ya aprendido. Y no dejar para mañana.

Carpe diem!


Diferencias de género

¿Qué pensás cuando te dicen: "¿Vamos a tomar algo?"?
Publicidad Cerveza Goldstar - Campaña: "Thank God you're a man"

Contrarios

“Los contrarios son necesarios. No existiría el día sin la noche, la luz sin la sombra, ni la risa sin el llanto”, me dijeron una vez.

Siempre me pregunté cuál es el contrario del amor. ¿Es el odio? Sería muy simple. Acaso no es mucho más fácil terminar una relación en medio de una discusión, con un portazo, odiando al otro con quien hasta ayer tuvimos tanto en común.

El contrario del amor es más radical, más tajante, y mucho más ingrato. El contrario del amor es la indiferencia.

La calesita

Hay relaciones, ya sean amorosas, familiares, laborales, amistosas y otras variantes, que se comportan como una calesita.

Los mismos hechos se dan una y otra vez, en forma reiterada y continua. Situaciones que nos confortan (y nos hacen disfrutar de ese paseo en calesita), pero también situaciones que dad su reiteración nos fastidian.

Las discusiones de pareja, las quejas sobre los mismos e inagotables temas, que uno tire y el otro que lo deja tirar… terminamos en la misma calesita, girando una y otra vez en torno a lo mismo.

Y aunque cansa, a veces por costumbre, por temas sociales, por el confort de la situación establecida, no nos bajamos de esa calesita.

Pero cuando las relaciones se vuelven enfermizas y destructivas, es mejor bajarse en la próxima vuelta.

Sin pena ni gloria

Hay hombres que pasaron por mi vida sin pena ni gloria. Algunos por el corto tiempo, otros por no haber provocado grandes sentimientos, otros por ausencia de futuro y otros por ausencia de presente.

A simple vista J podría entrar en cualquier de estas categorías. Pero J no puede entrar en una categoría genérica, no es un tipo cualquiera. Siempre fue un tipo atractivo, con una mirada cautivante y un don de la palabra envidiado por cualquier político de la región. Amante de una buena cena, un buen vino y las mujeres.

J era capaz de hacerte sentir como una reina, amaba las mujeres, tanto que siempre pensaba en una y solo una: la próxima en la lista. Ninguna relación era lo suficientemente profunda para estrechar lazos, eso estaba claro desde el primer día. Y si no lo tenías claro, ibas a terminar llorando por ilusionarte con un espejismo.

Así pasamos muchas. Sé que fui una más de su lista, pero nunca me sentí engañada ni traicionada. Sí admirada y hasta endiosada. J no era un mentiroso, no era de esos que te engañan con falsas promesas. Era un seductor que te seducía pero te dejaba claro que eso era temporal.

Más de una caprichosa se enamoró de él, y hasta se ilusionó con ser la que cerrara su casi interminable lista de mujeres. Pero el siempre con una sonrisa, les aclaró que no estaba hecho para el compromiso.

Un día J decidió probar nuevos horizontes, y terminó trabajando en Londres. Si bien esto fue un cambio radical en su vida, su vínculo con las mujeres no cambió. No cambió hasta que conoció a L, una española que logró lo que ninguna antes había logrado: J se enamoró de ella.

Y así, ante los ojos atónitos de todos, en especial de sus exs, vimos como J comenzaba a armar su vida en torno a la española. Cada día aparecían más fotos en el Facebook, abrazados, acaramelados, felices. Incluso viajó con ella a su ciudad natal para presentarle a familia.

Más de una comentó “ahora entiende lo que le decíamos cuando le hablábamos de amor”. Otras lenguas más afiladas dijeron “espero que le dure”. Y duró, casi un año.

Un día, sus exs también presenciamos cuando J empezó a “desmantelar” su Facebook, como si borrando una a una las fotos con L y cambiando su estado civil a “soltero”, se borrara el pasado y el dolor fuera menor.

Estoy segura que alguna de sus exs está esperando el momento para consolarlo, y otras habrán reído con malicia al enterarse de la separación.

No fue la primera vez que J pasó sin pena ni gloria por la vida de una mujer, pero era la primera vez que le dolía. Y como a J tanto le gustaba Sabina, supongo que habrá cantado con ironía: “tenían razón, mis amantes en eso que, antes, el malo el malo era yo, con una excepción: esta vez, yo quería quererla querer, y ella no”


Incertidumbre

Hablando de las relaciones entre hombres y mujeres, hace unos días un amigo me dijo: “no hay nada peor que la incertidumbre, un “no” es menos complicado”. Y tiene razón.

Sin duda que cuando lanzamos una propuesta, estamos impacientes por escuchar un seguro y cálido “si”. Pero cuando esa deseada afirmación no se escucha, soy de las que prefieren un despectivo y ruin “no” a una respuesta que deje la puerta abierta y que sea fuente de esa inagotable y detestable incertidumbre.

Un “si” o un “no” nos dan certeza, nos presentan las posiciones con nitidez, nos permiten saber hacia donde se dirigen las circunstancias. La incertidumbre, en cambio, nos hace caminar a tientas, sin rumbo y a veces sin sentido.

Un “no” es un punto final, nos hace replantearnos las cosas, lamernos las heridas y seguir caminando como se pueda. Por eso muchos prefieren la incertidumbre, embriagándose en ese agridulce sabor de la esperanza.

Es difícil encontrar la nitidez de los extremos y las posibilidades intermedias son infinitas y no todas pueden ser descartadas a priori. Pero tampoco no todas las respuesta son válidas, todos necesitamos nuestras certezas. Sin ellas no podemos aprender, no podemos saber en qué ganamos y en qué perdimos. Y en definitiva, hay que aprender a aceptar las pérdidas. Solo así se pueden encontrar cosas nuevas.

La teoría del puzzle

Mi amiga G ve la vida como un puzzle. Día a día estamos tratando de armarlo con las piezas que tenemos guardadas, las que a duras penas vamos encontrando o las que caen en nuestras manos como por arte de magia.

El puzzle está compuesto por todas nuestras facetas: amor, trabajo, amistad, ideas, sueños, alegría y tristezas. Todo está allí aunque nadie sabe a ciencia cierta cuantas piezas tiene el puzzle: 200, 500, 1000 tal vez?

Cada pieza tiene un lugar, y condiciona al resto. Una pieza mal ubicada y todo un sector se desarma. Cuántas veces nos empecinamos con que una situación o una persona debe de encajar en nuestra vida! Ponemos toda nuestra energía en que funcione y no entendemos por qué las cosas no salen como deben ser! Todo para luego darnos cuenta, que esa situación o esa persona que veíamos como pieza fundamental de nuestro puzzle, no era más que una pieza secundaria o simplemente formaba parte de otros puzzles, pero no del nuestro.

Por momentos es fácil armarlo, como un juego de niños nos divertimos buscando las coincidencias, ganando terreno con nuestros descubrimientos, encajando cada pieza con su complementaria. Pero hay otros momentos en que se hace difícil y nos cuestionamos cuál es el sentido de ese puzzle, si tenemos que seguir con él o armar uno nuevo, partiendo de cero.

No hay dos puzzles iguales. Está en nosotros elegir cómo armar el nuestro y el lugar que cada pieza va a ocupar.
.
* Como cambié la plantilla ahora los comentarios están arriba, después del título del post. Espero no complicarlos!

Expectativas

Cuando somos niños siempre soñamos con nuestra vida adulta: carrera, trabajo, familia, casa, hijos, etc.

Hoy en día mi vida es bastante diferente a lo que yo soñaba cuando era niña, principalmente por cómo se fueron dando las cosas. Es probable que los cambios se deban a una adaptación a la realidad de esos sueños infantiles, a la generación de nuevos sueños o a los cambios de expectativas.

La realidad nos transforma al mismo tiempo que nosotros intentamos transformarla. Y así los sueños se cumplen, mutan o simplemente volvemos a fojas cero a buscar otras expectativas qué cumplir.

Contradicciones II

“If you want to know what a woman really means - which, by the way, is always a dangerous thing to do - look at her, don't listen to her”

Oscar Wilde (A woman of no importance)

Las contradicciones entre el decir y el hacer, características del ser humano, son parte de la esencia del mundo femenino.

Pero surge una tercera contradicción: el hacer, el decir y el sentir. Históricamente las mujeres hemos sido educadas para esconder nuestros sentimientos. Y con los años, si bien muchas cosas cambiaron, nuestro nuevo rol social nos “obliga” a ser fuerte y meter la emotividad en un cajón. Y así, generar nuevas contradicciones.

¿Será por eso que el significado de “no me importás más” no tiene ningún sentido si lo decimos llorando?

Contorsionismo

¿Hasta que punto estamos dispuestos a cambiar por la persona que amamos? ¿El amor puede cambiar a una persona?

Cambiar no significa cambiar de profesión, raparse la cabeza y hacerse budista. No estoy hablando de tales extremos. Hablo de ceder, dejar que el otro gane terreno, y pasar a ser una versión mejorada de uno mismo.

Pero hay una realidad imposible de desconocer: nadie va a cambiar por imposición. Ni nosotras ni el caballero de turno. No importa que en nuestra naturaleza femenina esté la tendencia por la educación del prójimo, el prójimo cambia solo si él quiere.

Y muy en el fondo eso lo sabemos. Así como también sabemos que nosotras podemos ceder y mejorar, pero nunca ser una contorsionista que se amolde 100% al hombre de turno.

La resistencia y el cambio

El cambio genera miedo, es una realidad que nadie (ni el más audaz) puede negar. Muchas veces ese temor nos paraliza, otras nos llena de adenalina, y otras nos genera ese sentimiento de resistencia, de no querer cambiar o no querer aceptar que el cambio es inminente. Nos resistimos a lo nuevo, a lo diferente, a lo desconocido.

Es ese miedo, esa necesidad de aferrarnos con uñas y dientes a lo conocido, esa necesidad de resistir, lo que nos lleva a que nosotros mismos construyamos nuestras murallas ante el cambio. Pero es necesario romper con lo anterior para seguir avanzando. Ya lo explicó Kuhn en su teoría de los paradigmas, o Bachelard con su idea de ruptura en el conocimiento.

Así es como avanzan las ciencias, y así se escribe la Historia. La Historia con mayúscula y los millones de historias con minúscula, de los millones de habitantes del mundo.

La resistencia al cambio es inevitable. Pero el cambio (inevitable también) es lo único que nos impulsa y nos permite avanzar.

La teoría del click

Ya sea por mala suerte, por enamorarme del incorrecto o ser demasiado crédula, mi vida amorosa no ha sido perfecta (ni nada que se le parezca).

Como ya me queda poco para la tercera década, no me faltan historias para contar, ya sean tropezones o momentos de éxtasis e genuina felicidad. Nadie me quita lo vivido, ni lo bueno ni lo malo (que de eso siempre se aprende). Pero tantos años buscando al príncipe azul, de creerme que el cuento de hadas iba a durar para siempre, y después terminar cayendo en la desilusión, es agotador.

Soy conciente que esto no solo me pasa a mí. Tampoco soy la única que se deshaga vía Blogger, porque tiene el corazón roto o está desahuciada porque todos los príncipes azules se le destiñeron. Tampoco voy a culpar a la liberación femenina, y decir que este mal comenzó desde que demostramos ser inteligentes y profesionales, además de lindas y buenas cocineras. No creo que los hombres nos tengan miedo, pero a veces siento que vamos en direcciones opuestas. Peor que eso, estamos caminando por calles que nunca se cruzan.

Y como es mal de muchas, en las reuniones de amigas, estos temas siempre surgen. Hace pocos días mi amiga E me explicó su teoría del click. La teoría es simple: después de una colección de fracasos, algo en tu mente hace “click”. No te queda nada por perder, y dadas las circunstancias empezás a mirar las cosas desde otra perspectiva. Te das cuenta que hay opciones que si bien siempre estuvieron frente a vos, nunca las habías considerado.

Y las opciones van desde invitar a salir al vecino del segundo piso que siempre nos sonríe en el ascensor y nunca nos animamos a preguntarle el nombre; hacer ese viaje que hace tanto queremos; aprender danza árabe; o simplemente disfrutar de estar soltera (terminemos de vivir la soltería con culpa!)

Después de todo, ni la vida ni los hombres no se acabaron el día que el último infeliz nos rompió el corazón.

Miembro fantasma

El síndrome del miembro fantasma explica como aun años después de la amputación de un miembro, la persona tiene la sensación que su miembro existe… como si esa parte de sí misma siguiera ahí… aunque ya no esté. Es un fantasma del cual uno no puede desprenderse totalmente.

En las relaciones humanas pasa lo mismo, y desde hace unos días me siento así. Después del “todo o nada”, por momentos tengo la sensación que él continúa siendo parte de mi día a día, y ante cualquier circunstancia que me lo recuerda termino buscando el celular con la intención de llamarlo, o pienso que en cualquier momento voy a recibir un sms preguntándome cómo estoy.

Sé que tomé la mejor decisión, pero ¿por qué es tan difícil desprenderse?

Todo o nada

Para él yo siempre fui su amiga. Unica, excepcional, por encima del promedio, inteligente, preciosa, atractiva, elegante, escuché todos esos adjetivos uno a uno y en conjunto, pero siempre precedidos del sustantivo “amiga” (¡cómo si no fuera un oxímoron en más de un caso!).

Acompañé su risa, me divertí con sus historias, sonreí cada vez que me dijo princesa. Pero también acompañé sus días sombríos, alivié sus frustraciones, lo escuché y lo contuve a toda hora.

No soy una ingrata. El también estuvo cuando lo necesité, las veces que lo reconocí a los gritos, y las veces que me encerré sin decir nada. Me sostuvo, me escuchó, me aconsejó, me secó las lágrimas y me ayudó a levantarme.

Está bien, los amigos hacen eso. Pero siempre me quedaba esa sensación de vacío. Yo quería más de lo que él me daba, y ahí empezaban mis reclamos, las discusiones, el desgaste. Porque yo quería lo que él no podía darme. Él era mi amigo, y yo estaba enamorada.

El problema es que yo no puedo ni quiero ser su amiga. Tarde, muy tarde, me di cuenta que tenía que aprender a apostar todo o nada. No podía seguir haciendo todo mal.

Yo no quiero las cosas a medias, las ilusiones sin sentido, yo no quiero ser la actriz de reparto de esta película, yo quiero todo o nada.

Entonces, me quedé sin nada.

Seis palabras

El corazón se rompe, uno junta los pedazos que quedaron sueltos por ahí y de a poco lo reconstruye. Y ahí empiezan las contradicciones...

Una piensa que ya lo vivió todo, que para la próxima no va a ser así, que ya tiene experiencia y se protege... construimos esas armaduras absurdas, y luego las derribamos felices porque encontramos uno que es para nosotras.

¿Pero qué pasa cuando en vez de romperte el corazón te lo devuelven? Con un moño rojo y todo.

No pensé que doliera tanto. No pensé que fuera más doloroso que "ya no te amo". Y no pensé que fueras capaz de decirmelo dos veces, pero lo hiciste hoy de nuevo. Con las mismas seis palabras de antes.

Esas seis palabras fueron las que más me dolieron: Vos no estás enamorada de mí

Contradicciones

“Nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido" - Aristóteles

Hoy discrepo con la lógica clásica, hoy estoy contradictoria. Estos sentimientos ambivalentes que me acompañan hacen que quiera estar lejos y cerca al mismo tiempo.

Como dice Sabina "Yo no quiero contigo, ni sin ti"

La teoría del imposible

No sé si es culpa de Adidas con su “impossible is nothing”, pero me das un imposible y no paro hasta hacerlo realidad. Más si estamos hablando de hombres, o de alguno en particular que me despertó ese incansable afán de conquista.

No hay como un “no” par que yo vaya de nuevo y me estrelle de cabeza contra la pared una y otra vez, convencida que la próxima voy a tener éxito.

Y como a los hombres les gusta este juego (será que todos necesitamos que nos acaricien el ego de vez en cuando), siempre encontré dignos contrincantes. Contrincantes que dieron guerra hasta que alguno de los dos bandos sacó bandera blanca.

Gané. Perdí. Empaté. Salí fortalecida y salí directo para cuidados intensivos. Pero las batallas las libré todas, sin excepción.

¿Caprichosa yo? Sí, puede ser. Después de todo como Oscar Wild ya dijo: “The only difference between a caprice and a lifelong passion is that the caprice lasts a little longer”

Y que razón tenía…

El Perfume

“The soul of being is its scent” afirma el perfumista Baldini en “El Perfume”.

Los aromas nos identifican, nos conmueven, nos pasean por los recuerdos y hacen que nuestra alma redescubra situaciones. Hay aromas imborrables, que perduran en nuestro ser y nos recuerdan a otros seres y a otras circunstancias:

El perfume del jazmín del país en el jardín de mi bisabuela.

El aroma de la levadura lista para hacer pan después de una reconfortante siesta en La Paloma.

El perfume de la rosa que me regaló mi primer amor, cuando teníamos 16 años.

El olor a mar que viaja con el viento y me recuerda tantos veranos pasados, y tantos que vendrán.

El aroma de un rico té compartido con amigas.

El aroma del primer café que tomé con él, aquel lunes de abril cuando decidí contarle cuánto lo quería.

La curva del olvido

¿Qué es el olvido? No recordar más, perder de vista, alejarse, ignorar, dejar de lado… Hay personas, momentos, lugares, sensaciones que no se olvidan nunca, pero hay otras que se olvidan con la velocidad de un suspiro.

¿Existe un proceso para olvidar? Algo así como un proceso biológico, donde empecemos olvidando de a poco, aprendiendo a olvidar tal vez, hasta quedarnos desprovistos de todo recuerdo. En términos matemáticos cabría preguntarnos si existe una curva del olvido donde el tiempo y el recuerdo fueran las variables fundamentales.

¿Y el olvido se logra de a uno o de a dos? Hay olvido cuando quienes fueron una pareja se encuentran casualmente y uno se acerca a saludar y el otro sigue caminando rápido haciéndose el que no ve. ¿Quién olvido a quién? ¿O se olvidaron mutuamente?

Días

Hay días que quiero que transcurran despacio, y disfrutarlos de a poco.
Otros días que que terminen rápido, y olvidarme que alguna vez existieron.
Otros que quiero revivir una y otra vez.
Y otros, simplemente me siento y espero el atardecer.


Congéneres

Soy mujer, y como tal conozco a mis congéneres. Y cuando digo conozco, no estoy hablando de saber qué son los Jimmy Choos o si el rojo está de moda o cuál es el último artículo central de la Cosmopolitan.

Sé que somos buenas amigas, intuitivas por naturaleza y desciframos mejor que nadie las miradas, las caricias, los silencios, las ausencias. Sabemos aconsejar, curar, ayudar a seguir adelante. Entendemos el olvido y el recuerdo.

Pero también hay mujeres que son arpías, manipuladoras, despiadadas. Hay un tipo de mujer al que no soporto. Es más fuerte que yo, lo reconozco públicamente. Es la que se hace la buenita, la tonta, la bondadosa, la inocente, la cariñosa que no busca nada a cambio, la “nueva gran amiga”. Algunos les dicen mosquitas muertas, como sea, yo las aborrezco.

Aborrezco los juegos, las manipulaciones, las idas y vueltas, las apariciones “como quien no quiere la cosa”. Confieso que al comienzo intento combatirlas, hasta que me sacan tanto de mis casillas, que finalmente prefiero hacerme a un lado y que sigan con su incansable trabajo de lobo en piel de cordero.

Elige tu propia aventura

Cuando era niña estaban de moda los libros de “Elige tu propia aventura”. El sistema era simple: te contaban una historia con aires fantásticos, detectivescos y hasta romanticones. Pero de pronto te ponían un parate. Te obligaban a elegir entre tres finales diferentes. Tres posibilidades, tres modos diferentes de interpretar la historia, tres desenlaces.

Así de una, vos elegías tu propia aventura. Pero claro, una vez que leías un final posible, podías volver para atrás y leer el otro, ver cuál te gustaba más, comparar, evaluar, como si sacaras una goma de borrar y cambiaras las cosas hasta encontrar el final más convincente.

A veces me pregunto cómo serían las cosas si pudiéramos tener esa goma de borrar y volver para atrás y ahí elegir en pro de un nuevo desenlace. Pero no lo digo con ánimo de alimentar arrepentidos o inconformistas para revivir una y otra vez aquellas situaciones que a la larga no fueron como nos hubiera gustado. Lo digo con ánimo curioso, con la intención de saltearme varias páginas y deleitarme con ese nuevo final.

Me imagino, por ejemplo, aquella lluviosa noche en La Paloma. Y si las cosas hubieran sido diferentes, radicalmente diferentes, ¿dónde estaríamos ahora?

Como Dios manda

Hace días que vengo preguntándome por qué mentimos. Creo que la interrogante se me planteó cuando escuché que por cada diez minutos de conversación mentimos en promedio tres veces. ¿No será mucho?

Entonces, si mentimos tanto, ya deberíamos estar acostumbrados y hacerlo bien. He aquí las peores (o mejores tal vez) mentiras que las mujeres escuchamos y las respuestas que siempre quisimos dar:

Mentira 1: “Estás más flaca”
Respuesta arrabiada: ¿Cómo voy a estar más flaca si no me entraron los pantalones que me compré la semana pasada?

Mentira 2: “No hace falta que te pongas maquillaje, me gustás así como estás, natural”
Respuesta realista: Nunca me viste sin maquillaje

Mentira 3: “Te llamo”
Respuesta práctica: Deja, fue un gusto conocerte, buena vida

Mentira 4: “Esa blusita te queda perfeeeeeeeeecta, y te dije que estaba en oferta, ¿verdad?”
Respuesta sincera: Ni está en oferta ni me queda bien, lo sé. Pero mi novio me dejó ayer, estoy deprimida y me la voy a comprar igual

Mentira 5: “Justo te estaba por llamar”
Respuesta poco amigable: Claro, sos mentalista y cuando visualizaste que yo discaba para llamarte, decidiste esperar escuchar el ring ring

Mentira 6: “¿Cómo? Si es la segunda vez que la veo. ¡No la conozco!”
Respuesta histérica: Para no conocerse sabía bastante de vos, si te preguntó por el neumático que se te pinchó la semana pasada

Mentira 7: “Es una amiga”
Respuesta vengativa: Te acordás de Juan? Sí, sí, ese, el que juega al rugby. Bueno, es un amigo…


Ahora, yo me pregunto, si mentimos tanto, ¿por qué hay gente que todavía no miente como Dios manda?

Una de percepciones

Estoy saliendo con el "Nuevo" (como le dicen mis amigas) desde hace poco más de un mes. Las cosas van light, y me gusta que sea así.

El Nuevo es un tipo atractivo, inteligente, profesional al extremo, tierno, divertido, me respeta, me contiene pero... pero... pero... es muy perceptivo. Qué problemón! (Nota al margen: Ahhhh las mujeres somos increibles... cuando no son perceptivos nos quejamos, pero como este... no conocí ninguno, hasta parece que tiene la bola de cristal!)

Hace tres días que tenemos el mismo diálogo:

El: Vos no me querés contar, está bien, pero no me niegues que hay algo que te cambió el estado de ánimo.

Yo: Es lo que te conté el otro día

El: No creo que sea solo eso. Pero si no querés contarlo, yo te respeto

Yo (con sonrisa fingida): Está todo bien, de verdad


El Nuevo no pregunta más, pero estoy segura que ya sospecha el erróneo origen de todo esto.


Una de zapatos

Ante la torpeza/distracción/descuido propios, una puede tener diferentes reacciones. Ejemplifico:

Se rompe el taco de un zapato y acto seguido...

1. Reacción aquí no ha pasado nada:
Camino como si no pasara nada, haciendo equilibro, sin perder la elegancia... pero corriendo el riesgo de desparramarme y caer de cara sobre el primer escalón que me toque sortear...

2. Reacción fatalista:
Qué hago? Qué hago? Qué hagooooooooooooooooo? Y ahí mismo me ahogo en un mar de lágrimas

3. Reacción optimista:
Tropezón no es caída, a la vuelta hay una zapatería (gracias a Dios!)

4. Reacción pesimista/depresiva:
Solo esto me faltaba, siempre me sale todo mal

5. Reacción práctica:
Rompo el otro taco y sigo caminando con unos zapatos chatos... nuevos (a la fuerza)

6. Reacción psicologo-dependiente:
Hola Doctor? Estoy frente a una situación límite, por favor, tiene que atenderme ahora porque tengo que decidirme. Me tomo un taxi y en 10 minutos estoy ahí. Sí, sí, es urgente... urgentísimo

7. Reacción distraida:
Taco? Qué taco? Con razón en la última vereda me resbalé tres veces

8. Reacción chistosa:
Jaaaaaaaaaaaaaaaaa! Y no dejo de reirme hasta que algún vagabundo viene a pedirme una moneda

9. Reacción bloggermaniática:
Esto lo tengo que contar en mi blog!

10. Reacción paranóica:
Hay alguien complotando contra mí, seguro que es él/ella. No sé como lo hace, pero siempre logra arruinarme todo!


Bueno, el taco es solo un ejemplo (bastante femenino) de esos "accidentes" que tenemos por descuido, torpeza, sopresa, ignorancia, en fin...

Así que, desde este lugar, le rindo tributo a todos los tacos que se me rompieron... y todos los que sin ser "tacos" participaron de algún "accidente" por torpeza/descuido/distracción.




No hay caso, la historia es circular

Hace dos años exactamente conocí a alguien que me cortó la respiración, y sin siquiera sospechar cómo lo hizo, me cambió la vida.

El hombre en cuestión era Patricio, un tipo enigmático, con un estilo cuidadosamente desprolijo, y con una sonrisa y esa mirada que te llegan al alma.

Todo empezó son un "ahhhh, vos sos fulanita, mucho gusto". Y después de ese día, muchas conversaciones, bromas, intercambio de mails, y bla bla bla

Resultó que P tenía novia, pero no estaban bien las cosas. Y yo que me caracterizo por la insistencia, arranqué con lo que mejor me sale. Nunca me dijo que "no" directamente, me decía que yo era una mujer diferente a todas las que él conocía (meses después, tarde, me di cuenta que era cierto).

Pero así, con un poco de insistencia de mi parte, y con muchas ganas de dejarse insistir de parte de él, vino el primer beso. Es cierto que el primer beso es decisivo, único, incomparable, arrollador.

Hubo muchos besos después de este, y P me hizo muy feliz, tengo que reconocerlo.

Una tarde de sábado cualquiera, después de de dormir la siesta, P me cuenta de su relación anterior. Me dice que las cosas se habían terminado meses antes, que él ya estaba en otro mundo, y que cuando lo conocí se habían dado un tiempo. Mi respuesta simplona e inocente fue "bueno, esas cosas pasan".

Ja! Claro que pasan... un año después me pasó a mí. Nos distanciamos emocionalmente, él sintió que su vida giraba entorno mío y el debía tener vida fuera de nuestra relación, y yo, yo sentí que mi alma hacía tiempo que estaba en otro lado.

Y P me pidió un tiempo. Se lo dí, 24hs, hasta que me dí cuenta que mi dignidad era más importante que su confusión.

Para ese entonces, P ya tenía otra Lady que le estaba insistiendo.

Tarde me dí cuenta, que la historia, siempre se repite.

El error

El: ¿Cómo que no me crees que lo escribí era para vos?

Ella: No te creo, pero es problema mío

El: ¿Porque lo digo siempre? Es una de mis frases preferidas

Ella: Yo creo que vos se le dijiste a otra, yo me adelanté pensando que era para mí y quedé como una pelotuda

El: ¿Y no habrá quedado ella como una pelotuda? Digo, no

Ella: Ella no me importa

El: Estás celosa

Ella: ¿Quién habló de celos? No me gusta que usen la misma frase para todo momento y para toda persona, vos sabés como soy

El: El problema no es la frase, es que ella habló. Y yo no soy responsable de los actos de los demás

Ella: Ese no es mi problema

El: Ese es el problema, y que vos pensás que yo me río de lo que te pasa

Ella: ....

El: Vos quisiste creer que no era para vos, por celos



Y ella, se dió cuenta del error. Entendió que era para ella, y que una malparida vino a arruinarle las cosas. Pero el problema no es la malparida, la malparida habló de malparida que es (en el fondo da lástima que haga esas cosas).

El problema es que él no entiende que ella lo necesita y dentro de ese concepto está el evitar alimentar a las malparidas. Las malparidas van a seguir existiendo, de hecho, como dice un amigo, las mujeres somos las peores enemigas de las mujeres

Después de todo, él no puede protegerla. O tal vez, puede, pero no de la forma que ella lo necesita. Y ahí, es que surge el error

De las relaciones humanas

Si uno pudiera buscar en el diccionario el por qué de algunas reacciones humanas, sería mucho más sencillo entendernos, más aburrido también, lo reconozco... pero infinitamente más sencillo entender qué es lo que pretende el otro... y por qué no, quién es el otro.

No digo el "otro" con una connotación de género, el otro es el otro neutro. Hombre o mujer, el otro (más si es del sexo opuesto) suele ser un misterio. Misterio que aumenta el encanto, sin lugar a dudas, pero como misterio que es suele ser atractivo, irracional, intrigante.

En mi condición de femina, entiendo que presento un misterio indescifrable para los hombres. Pero no es un misterio que me sea exclusivo, pero claro, ahora hablaré de mi caso. No voy a ponerme a listar mis novios, amantes, salientes, candidatos, galanes, póngale Usted el nombre que quiera. Hoy a hablar de uno en particular, uno que me enseñó que somos diferentes, y solita aprendí que en base a nuestras diferencias es que podemos construir nuestra relación.

Hace algunos años que ya conozco a Mariano, y aunque pase el tiempo, me quedó marcado el momento en que mis ojos se fijaron en él. Impecablemente vestido, hablando con esa galantería que sólo él tiene, arrogante, elegante, único. Me atrevo a decir que en ese momento sentí lo que los franceses llaman un "coup de foudre".

Con los años confirmé que mis sospechas eran ciertas, estaba enamorada. Enamorada de alguien que no me correspondía, más allá de que la atracción física era inevitable. Tal vez es infantil, ridículo, tonto, como sea, pero Mariano se convirtió mi hombre sin que fuera mío. Así lo elegí, y por más hombres que hayan pasado en el trayecto entre ese día y hoy, Mariano fue es y será Mariano. Como dicen mis amigas "Mariano es Mariano y punto".

Pero a qué viene Mariano y el problema de las relaciones humanas. Nuestra relación ha sido signada por los malos entendidos, por el desencuentro, por las interpretaciones erróneas, por el decir y el no hacer, por el sentir y el no actuar.

Y así pasaron años, con diferentes matices en la relación, desde el cachondeo hasta el aislamiento, pasando por relaciones académicas y terminando por una profunda amistad. Amistad signada por los malos entendidos, pero también por el profundo conocimiento de que yo estoy ahí cuando él me necesita y él va a estar conmigo cuando sea necesario.

Pero las relaciones humanas son complejas, y llegó un día que Mariano debía estar. Y estuvo, y fue capaz de sostenerme con tanta fuerza que logró que no cayera. Pero nuestra relación estaba signada por el desencuentro. Y así fue como Mariano en su afán de hacerme sonrerir, logró el efecto contrario.

No lo culpo, nadie es responsable de los actos de los demás, pero si conocemos a los demás y vivimos en sociedad, podemos actuar (o limitar nuestro actuar) en función de ellos.

De existir un diccionario que nos permita entender las acciones humanas y sus reacciones, tal vez hoy no estaría agobiada por el desengaño.

A modo de presentación

Estos últimos días fueron días de grandes decisiones, emociones, interjecciones y muchas otras palabras terminadas en ciones. Tal vez por eso decidí retomar este antiguo vicio, el de escribir.

Hace meses que no publicaba algo propio, que no volvía a gozar del placer del anonimato que nos da la blogósfera... En otras oportunidades, use y abusé de este espacio, hoy simplemente quiero comenzar de cero.

Pero mejor me dejo de chachara, y paso a presentarme (es lo de rigor cuando comenzamos a hablar con personas desconocidas):

1) Mi nombre, no importa, digamos que prefiero mantener el anonimato bajo el seudónimo de Lady (está en Usted decirme si finalmente lo soy, o no).

2) Sexo femenino, y con todas las complejidades que esto traer (bancarme el desamor, el amor incomprendido, pero también ser la princesa de un cuento de hadas -y créanme, una vez me lo creí y todo-)

3) Edad: los años suficientes para tener unas incipientes y sexies arruguitas, pero no los suficientes para dejar de ser una niña

Creo que para empezar ya es suficiente, el motivo por el que estoy aquí una vez más se clarificará a lo largo del tiempo.

Y ya que llegamos hasta aquí, me animo a decir que alea jacta est.