Rebelde sin causa


En una de las tantas charlas con mi querido Encantador de Serpientes, me hizo una pregunta cuya respuesta vengo esquivando desde hace tiempo: “A veces tengo la sensación que vos sos una rebelde de la sociedad. ¿O me equivoco?”.

Con tal planteo cualquiera podría pensar que formo parte de un grupo subversivo o busco aislarme de la sociedad. Pero la pregunta tenía un cariz completamente diferente: la sociedad demanda una vida redonda: carrera, trabajo, pareja, hijos. La rebeldía se plantea en la aparente falta de interés en alguno de esos ítems.

Tuve que reconocer que los primeros ítems los tildé con facilidad y en tiempo record. Los otros dos aun están en el debe, y hacia ahí se dirigía la pregunta. Podría haber optado por una respuesta larga y hacer una cronología suficiente para ilustrar con satisfacción una lista de motivos. Podría haber desviado el tema, y con una sonrisa terminar la conversación. Podría haber dicho tantas cosas, sin embargo encontré un sentido introspectivo y terapéutico en esa pregunta.

Entendí que todos tenemos capas: una capa externa que mostramos y nos presenta socialmente, una capa que le sigue y la conocen los allegados, y así sucesivamente hasta llegar a un núcleo a veces inconfesado. ¿Cuál es la capa genuina? Todas, porque nos componemos por todas ellas.

Así, respondí una a una las interrogantes del Encantador de Serpientes: ¿si quiero tener pareja y abandonar los galanes de turno? El núcleo (la capa del fondo) me dice que sí. Pero no como una demanda social, sino como una forma de construir una cuota de felicidad en conjunto.

Entonces, ¿por qué la capa más visible no me muestra como Susanita gritando a los cuatro vientos que busco al hombre de mi vida? Porque reconozco que no tuve historias de cuentos de hadas, y la seudo rebeldía es un mecanismo de defensa autogenerado.

Pero también, ante la atónita mirada de mi querido amigo, debí reconocer que no hay mecanismos de defensa que valgan cuando aparece alguien capaz que mover toda la estructura y llegar a la capa del centro. En ese momento, no hay rebeldía que valga.