Dice Dante que “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”, y la sabiduría popular agrega con énfasis que no hay comedido que salga bien. Será que desde que el hombre decidió vivir en sociedad, siempre se desconfió de la ayuda desinteresada, las buenas intenciones o directamente de la buena fe del otro.
A veces pienso que tanta desconfianza, lejos de ayudarnos a estar prevenidos, nos lleva a vivir metidos en nuestro micromundo, sin pensar que puede haber alguien merecedor de nuestra buena voluntad o de nuestra ayuda. Ayuda que aunque por definición siempre sea desinteresada, hoy en día vemos claros casos donde se parece más a un intercambio de favores.
Las buenas intenciones son escasas, pero no por eso tenemos que descartarlas. La cuestión es distinguir, hecho que no es sencillo de por sí. Distinguir quienes se encargan de ver tramas donde no las hay. Pero también distinguir quienes se encargan de armar tramas en medio de situaciones tan simples, que no requerirían la intervención de nadie más que él o los involucrados.
La línea entre uno y otro, es demasiado delgada.
A veces pienso que tanta desconfianza, lejos de ayudarnos a estar prevenidos, nos lleva a vivir metidos en nuestro micromundo, sin pensar que puede haber alguien merecedor de nuestra buena voluntad o de nuestra ayuda. Ayuda que aunque por definición siempre sea desinteresada, hoy en día vemos claros casos donde se parece más a un intercambio de favores.
Las buenas intenciones son escasas, pero no por eso tenemos que descartarlas. La cuestión es distinguir, hecho que no es sencillo de por sí. Distinguir quienes se encargan de ver tramas donde no las hay. Pero también distinguir quienes se encargan de armar tramas en medio de situaciones tan simples, que no requerirían la intervención de nadie más que él o los involucrados.
La línea entre uno y otro, es demasiado delgada.