De compras en un Shopping capitalino, me encontré con una amiga de la infancia quien al verme corrió efusivamente a saludarme. Después del abrazo correspondiente y las preguntas sociales de rigor: familia, amigos de ese momento y trabajo, me preguntó por mi “situación sentimental”.
Su cara cambió totalmente al escuchar mi respuesta: “no tengo pareja”. No dudo que realmente la pusiera triste saberlo o sus buenas intenciones cuando me dijo como llegó a decirme. Tampoco pongo en duda su certeza al aconsejarme “ya vas a enganchar alguno”,“bajar los requerimientos” o hacer como ella, que no tendrá el marido que soñaba, pero está casada.
Lo que sí me cuestiono por qué pensó que eso para mi era una carga o una situación descalificante en lo personal o socialmente hablando.
Pensé en conocidas, compañeras de trabajo, amigas, colegas, a quienes no tener pareja les resultó tan pesado que optaron por la primera persona que atinó a sonreírles. Y ahora, infelizmente en pareja, tratan de remontar una vida que no les favorece íntimamente, pero las deja bien plantadas en la sociedad.
Sé que es un tema trillado, pero creo que todo termina siendo una cuestión de elección. Elegir no conformarme con cualquiera es tan válido como la elección de aquella que sintió que la soledad le pesaba, y eligió emparejarse a toda costa, aun para ser infeliz.
Elegir no estar toda la vida esperando un ideal, pero tampoco conformarse con opciones inadecuadas en pro de mitigar la presión social. Elegir conocer a alguien nuevo o descartar las posibilidades ya existentes, elegir esperar alguien que radicalmente cambie mi mundo o elegir buscarlo desesperadamente.
Pero elegir sin mentirme, sin dejar de lado mis ideas o mis sentimientos, porque de ser así, no elijo nada y termino dejando que la sociedad elija por mí.
Su cara cambió totalmente al escuchar mi respuesta: “no tengo pareja”. No dudo que realmente la pusiera triste saberlo o sus buenas intenciones cuando me dijo como llegó a decirme. Tampoco pongo en duda su certeza al aconsejarme “ya vas a enganchar alguno”,“bajar los requerimientos” o hacer como ella, que no tendrá el marido que soñaba, pero está casada.
Lo que sí me cuestiono por qué pensó que eso para mi era una carga o una situación descalificante en lo personal o socialmente hablando.
Pensé en conocidas, compañeras de trabajo, amigas, colegas, a quienes no tener pareja les resultó tan pesado que optaron por la primera persona que atinó a sonreírles. Y ahora, infelizmente en pareja, tratan de remontar una vida que no les favorece íntimamente, pero las deja bien plantadas en la sociedad.
Sé que es un tema trillado, pero creo que todo termina siendo una cuestión de elección. Elegir no conformarme con cualquiera es tan válido como la elección de aquella que sintió que la soledad le pesaba, y eligió emparejarse a toda costa, aun para ser infeliz.
Elegir no estar toda la vida esperando un ideal, pero tampoco conformarse con opciones inadecuadas en pro de mitigar la presión social. Elegir conocer a alguien nuevo o descartar las posibilidades ya existentes, elegir esperar alguien que radicalmente cambie mi mundo o elegir buscarlo desesperadamente.
Pero elegir sin mentirme, sin dejar de lado mis ideas o mis sentimientos, porque de ser así, no elijo nada y termino dejando que la sociedad elija por mí.